«Al pueblo boliviano. Mis primeras palabras al pueblo boliviano desde la cárcel de la dictadura», así inicia la carta de la expresidenta transitoria en la que sería su primera declaración pública desde que está encarcelada.
Áñez, que está procesada bajo el caso conocido como «golpe de Estado» y acusada de los delitos de sedición y terrorismo, sostiene varias veces a lo largo de las siete hojas de su misiva que «no hubo golpe. Fue un fraude», lo que pasó en la crisis de 2019 que derivó en la renuncia de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia.
La expresidenta interina sostiene que sus palabras son de «ánimo y firmeza, esta es una lucha por la democracia y vamos a darla hasta el final».
Áñez cumplió este lunes una semana recluida en una cárcel desde que un juez le dictó detención preventiva, inicialmente por cuatro meses y luego extendida a seis meses, ante el riesgo de fuga.
ACABAR CON SU SALUD
La salud de Jeanine Áñez se ha convertido también en una batalla judicial.
El viernes pasado un juez ordenó en plena audiencia el traslado a una clínica debido al deterioro de su cuadro clínico por la hipertensión que padece, medida que horas más tarde fue revertida por el mismo regulador, que en cambio pidió el cambio de cárcel, lo que se hizo efectivo el sábado en la madrugada.
«Ya se llevaron mi libertad (…) ahora quieren llevarse mi salud», afirma y señala que no han permitido que la vean médicos independientes al Gobierno, de los que dice que «desconfía» porque son parte del «sistema de abuso y represión».
Áñez señala que si algo «mayor» pasa con su salud responsabiliza directamente a «Luis Arce, (ministro de Gobierno) Eduardo del Castillo, (comandante de la Policía) Jhonny Aguilera, (ministro de Justicia) Iván Lima y autoridades del régimen penitenciario».
El director general del Régimen Penitenciario de Bolivia, Juan Carlos Limpias, aclaró el sábado pasado que la orden judicial para llevar a Áñez a una clínica fue revocada por el mismo juez y se decidió trasladarla a otra prisión para que el instituto forense sea el encargado de «verificar el estado de salud» de la exautoridad.
«Yo soy una más, estoy serena, aquí estoy y aquí estaré hasta que el cuerpo me aguante», dice y reitera que no tiene intenciones de salir de Bolivia, como en su momento lo hicieron en 2019 «los que cobardemente renunciaron para no hacerse cargo de un país en llamas».
DICTADURA Y ABUSOS
«Hoy la dictadura me imputa por delitos que no he cometido. Jamás fui terrorista. Asumí la Presidencia por sucesión constitucional para pacificar Bolivia. No hubo golpe, hubo fraude», denuncia Áñez sobre el proceso en su contra que sostiene, al igual que la mayoría de los sectores opositores, es una «persecución política».
Asimismo señala que ha sufrido «abusos» desde el momento en el que fue aprehendida en su ciudad natal Trinidad, en el departamento amazónico del Beni, y luego traslada en un avión Hércules de la Fuerza Aérea Boliviana a La Paz y recluida en los calabozos de la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen (Felcc).
También dice que sus sobrinos, de 20 y 28 años, fueron torturados por los agentes de la Policía que hicieron parte del operativo para su detención y que otros familiares, personas mayores y niños fueron «amenazados».
«No podemos entrar, estoy sin casa, no podemos sacar ropa, mis medicinas», revela la exmandataria interina que se encuentra recluida en la cárcel de mujeres de Miraflores, aislada por la cuarentena que debe guardar según el protocolo contra la covid-19 en centros carcelarios.
«Soy madre soltera y si llegan a matarme por uno u otro medio (…) solo quiero pedir al pueblo boliviano por la seguridad de mis hijos y mi familia y que los bolivianos no se rindan jamás frente a la dictadura y la persecusión política», finaliza la carta con la firma y su número de identificación. EFE