«La justicia ambiental significa educar a quienes están en primera línea de la contaminación causada por el plástico acerca de sus riesgos, incluirlos en las decisiones sobre su producción, uso y eliminación y garantizar su acceso a un sistema judicial creíble», subrayó la directora ejecutiva del PNUMA (con sede en Nairobi), Inger Andersen.
Según el estudio «Abandonados: Impactos de la contaminación del plástico sobre la justicia medioambiental», elaborado junto con la ONG latina estadounidense Azul, los residuos plásticos suponen no sólo una amenaza para los empleos vinculados a los recursos marinos, sino también un riesgo para la salud de quien consume alimentos procedentes del mar e infestados de micro y nanoplásticos.
La comodidad, la higiene o la seguridad se citan a menudo como ventajas de los materiales plásticos, pero, de acuerdo con el informe, «es esencial comprender el impacto desproporcionado de todas las fases de producción del plástico sobre las personas» que viven cerca de puntos de fabricación y desecho de los mismos, así como sobre los ecosistemas de los que dependen.
En este sentido, el texto cita una larga lista de casos de injusticia climática, como, por ejemplo, la situación que viven los habitantes de la pequeña localidad de Reserve, en el estado de Luisiana, en el sureste de Estados Unidos.
Con apenas 10.000 vecinos, esta ciudad acoge una planta de elaboración de cloropreno (principal químico utilizado para producir neopreno) y cuenta con una posibilidad casi cincuenta veces mayor de padecer cáncer que la media nacional, así como el riesgo más alto del país de desarrollar la enfermedad a causa de la contaminación del aire, lo que le ha valido el trágico sobrenombre de «callejón del cáncer».
EL RIESGO DE TOXICIDAD
El informe del PNUMA cuestiona algunas aplicaciones del plástico consideradas positivas, como su utilización para distribuir agua potable embotellada.
Y asegura que «los resultados no son universalmente positivos» porque, pregunta, ¿dónde acaban estos plásticos de un solo uso?
Según la ubicación, se reciclan, se incineran, se envían a vertederos o, incluso, se venden a otros países menos industrializados sin capacidad real para gestionarlos.
Los plásticos contienen aditivos y productos químicos que pueden resultar dañinos para las personas, como evidenció, por ejemplo, un estudio de 2011 conforme al cual la mitad de los plásticos reciclados en la India contenía un tipo de producto ignífugo totalmente prohibido en la Unión Europea.
El documento destaca, además, que las mujeres son las más afectadas por este riesgo de toxicidad al quedar relegadas a menudo a los espacios domésticos, donde se acumula una amplia lista de productos de plástico, o a través de los artículos de higiene femenina.
«Las diferencias biológicas, de roles sociales y poder político en la regulación de los usos del plástico y los estándares de salud exponen a las mujeres a un alto riesgo de aborto y cáncer, lo que a su vez exacerba las desigualdades de género», apunta el estudio.
Entre otras recomendaciones, el informe emplaza a los gobiernos a prohibir los plásticos de un único uso o asegurar una aplicación de la ley basada en los principios de justicia climática. EFE