Hasta hoy, las evidencias más antiguas del uso de recursos simbólicos como pigmentos ocres, conchas y otros artefactos decorados por parte de los humanos modernos se habían encontrado en yacimientos de las costas africanas de entre 125.000 y 70.000 años de antigüedad.
Sin embargo, un estudio internacional y multidisciplinar, liderado por Jayne Wilkins, de la Griffith University de Brisbane (Australia) y publicado hoy en Nature, da cuenta de los objetos de unos 105.000 años de antigüedad que se han encontrado en un refugio rocoso en Ga-Mohana, una colina que se alza sobre una extensa sabana en el desierto del Kalahari, Sudáfrica.
«Nuestros hallazgos en este abrigo rocoso demuestran que los modelos excesivamente simplificados sobre los orígenes de nuestra especie ya no son aceptables. Las pruebas sugieren que muchas regiones del continente africano estuvieron implicadas, y que el Kalahari sólo fue una de ellas», asegura Wilkins.
Durante la excavación, los investigadores encontraron 22 cristales de calcita blanca, fueron deliberadamente recogidos y depositados en el refugio y fragmentos de cáscara de huevo de avestruz, que podrían haber sido utilizados para almacenar agua, dado que hace 100.000 años el entorno era mucho más húmedo que ahora.
Los científicos creen que estos objetos fueron utilizados como parte de ritos espirituales y recuerdan que, a día de hoy, la población local sigue utilizando este abrigo rocoso para sus ceremonias espirituales.
«Nuestro análisis indica que los cristales no se introdujeron en los yacimientos a través de procesos naturales, sino que fueron objetos recogidos deliberadamente, probablemente relacionados con creencias espirituales y rituales», subraya Wilkins.
Para determinar la edad de las capas arqueológicas del yacimiento, el equipo científico realizó la datación por luminiscencia estimulada ópticamente (OSL), una técnica que «mide las señales luminosas naturales que se acumulan a lo largo del tiempo en los granos de cuarzo y feldespato sedimentarios», explica Michael Meyer, director del laboratorio de OSL del Departamento de Geología de la Universidad de Innsbruck (Austria).
El nombre de Kalahari deriva de la palabra tswana Kgala, que significa «gran sed» y, hoy en día, el clima de Ga-Mohana es semiárido, con escasas y muy estacionales precipitaciones.
Sin embargo, el estudio afirma que las pruebas de la abundancia de agua en el paisaje son evidentes por las abundantes formaciones de toba que rodean el refugio y que tienen entre 110.000 y 100.000 años de antigüedad, según dataciones realizadas con el método uranio-torio, exactamente el mismo periodo de las muestras excavadas.
Esta datación desvela «la historia del agua en lo que hoy conocemos como un paisaje seco, y de las personas que se adaptaron y que explotaron el paisaje no sólo para sobrevivir, sino para prosperar», destaca Robyn Pickering, directora del Instituto de Investigación de la Evolución Humana (HERI) de la Universidad de Ciudad del Cabo.
Debido a la importancia espiritual que sigue teniendo la colina Ga-Mohana, los investigadores han minimizado su impacto en el uso del refugio. «No dejar ningún rastro visible y trabajar con la comunidad local es fundamental para la sostenibilidad del proyecto y para que la colina de Ga-Mohana pueda seguir aportando nuevos conocimientos sobre los orígenes y la evolución del Homo sapiens en el Kalahari», concluye Wilkins. EFE