Oscar al mejor cortometraje 2020, con apenas un minuto 58 segundos de duración, “Sorry” es un film que sacude y estremece, porque en esos pocos inmensos segundos, se evidencia que pensar en los demás hace la diferencia; que no alcanza la etiqueta de -ser humano- si no actuamos como humanos. Las impactantes secuencias del film recuerdan tantas, otras, de la cotidianidad que denigran la condición humana.
Un mall como escenario social, un ascensor con su capacidad a limite que se está cerrando como primer plano y, un adolescente ensimismado en su celular que al constatar que la puerta se está cerrando, se abalanza interponiéndose a la acción mecánica de cerrarse, se filtra como último usuario, pero la puerta ya no se cierra y el ascensor no arranca y se activa overload (por encima de la capacidad) y la alarma suena insistentemente, el adolescente aparentando concentración en su celular “se hace el desentendido”, el resto de pasajeros también se desentienden y cada uno, a su manera, expresa su premura, pero nadie hace nada y los segundos pasan y el ambiente se vuelve angustiante, hasta que una niña con muletas asume un primer plano e inicia, desde el fondo, sus pasos para abandonar el lugar. Todos disimulan, ella muy lentamente deja el elevador, overload desaparece, la alarma se silencia, la puerta se cierra y, la niña de las muletas vuelve la vista al ascensor y en su mirada de satisfacción, se expresa una actitud humana.
La pandemia que vivimos, por ejemplo, grafica de forma elocuente esta falta de conciencia social para actuar como seres humanos, respetando el derecho de los demás a una salud plena, con solo cumplir la triada del protocolo sanitario: uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento social para, así, prevenir nuestra salud, la de la familia y los compañeros de trabajo, del equipo de salud y de la sociedad en general. (O)