¿Vive o muere?
Que los médicos somos seres especiales, nadie lo duda. Que con razón nos llaman héroes de la pandemia, no es un secreto. Que poseemos una extraña pulpa y forma de ser donde: ternura, dedicación, desinterés, fortaleza y otras virtudes, cohabitan con la inquebrantable tenacidad para enfrentar y aceptar la muerte en todas sus extrañas formas, unas convulsas y monstruosas y otras más bien, apacibles como tierna brisa, bien se sabe. “Colegas, eviten cirugías y procedimientos que puedan tener complicaciones y que requieran UCI, pues estamos saturados. No tenemos ni una sola cama para recibir pacientes” Este franco y responsable pedido de autoridades de nuestro hospital, corrió en nuestros mails como ola impredecible y lamentable. No existe posibilidad de encamar ni un solo paciente más que requiera cuidados extremos, chasqueo el mensaje como un rebenque en nuestras conciencias y certezas. Perdemos la lid mientras el pueblo no entienda de cuidados, mascarilla, distanciamiento y propicien reuniones, bebidas, farras, posiblemente por incomprensible para ellos que un virus invisible pueda colarse en sus narices silenciosamente y luego termine asfixiándonos en un mar de muerte tomando víctimas, sin distinción, género, edad o fortaleza. Llegado este momento el médico se yergue en toda su osadía, pundonor, razón y frialdad ante los signos y síntomas de uno u otro de los desvalidos enfermos y lo que parecería cruel decisión, deberá tomarla sin demora ni titubeos, escogiendo quién sobrevive. ¿Este o aquel paciente? pues no existe otra disyuntiva. Dolorosa cualquier opción que tomemos, más es indispensable ante el cuadro dantesco de una peste que cambió vidas y destinos y desborda esfuerzos humanos y materiales en servicios hospitalarios. El médico que nació médico y que luego fragua su alma y temperamento en la lucha diaria contra el morbo, deberá tomar la decisión casi como un dios omnipotente. ¿Quién vive y quién muere? ¿Un padre o una madre? ¿Un joven o su abuelo? ¿Quién deberá salir de frazadas protectoras camino a la mortaja en bien de otro que intentará entibiar huesos y expandir su pecho con oxígeno? ¿Qué somos héroes? Si, si lo somos. Que, si tenemos el valor suficiente y basándonos en pronósticos lógicos y científicos, tomar la decisión enorme y dolorosa, pues sí, tenemos esa ráfaga violenta, valiente, inmediata para cargar en nuestra espalda y corazón, aquella decisión, tragando lágrimas de fuego. ¿Existe alternativa? (O)