El objetivo del estudio y práctica de la medicina es la salud del cuerpo y del espíritu humano, porque la ética en la ciencia médica merece profunda atención. La ciencia médica occidental ha realizado pasmosos progresos, el trasplante de órganos internos y el reemplazo de órganos por reproducciones artificiales, están a punto de convertirse en cuestiones de práctica general.
A medida que aumenta el poder de la ciencia médica para controlar y curar las enfermedades físicas o psíquicas, la manera en que los médicos emplean sus conocimientos se hace una cuestión de interés general cada vez mayor.
La medicina actualmente bien usada, puede aportar enormes contribuciones a la felicidad humana; pero mal usada, destruye la vida.
Por cierto, la medicina debería ser un arte para curar. La dignidad del médico exige que éste, de prioridad al objetivo de prestar servicios a sus semejantes y no únicamente el de ganar el sustento para sí y su familia. Claro está que el aspecto económico y secundario de una profesión liberal es no sólo legítimo, sino también necesario.
Me pregunto; ¿Es posible que un médico sea amigo de su paciente –circunstancia que entraña una participación emocional- y ser al mismo tiempo un técnico científico de cabeza fría, para lo cual es necesario suprimir toda emoción?
La profesión médica es benéfica, y algunos dicen que la militar maléfica; sin embargo, las dos profesiones tienen algo en común. El médico y el solado realizan su trabajo en contacto constante con los sufrimientos físicos y mentales, con el miedo a la muerte, con la muerte misma, y con desgracias y aflicciones; soy consciente de que si un médico no es capaz de liberarse de toda emoción, y actuar objetivamente, pero con sólidos conocimientos médicos científicos, no puede cumplir con eficiencia su trabajo profesional; sin embargo, si el médico no es capaz de ser compasivo, además de mantener una mirada objetiva, no será un representante cabal de esta noble profesión.
Un médico sin alguna creencia religiosa o filosófica sobre la vida humana, y sobre el universo en el que se encuentra la humanidad, no puede desempeñar de manera espiritual y éticamente conveniente su profesión.
En este funesto panorama de la pandemia del SARS-CoV-2, en la que en la actualidad nos encontramos también inmersos los médicos; no me queda más que decirles, a guarecercerse, que la tempestad arrecia.
Tengan paciencia respetables colegas, no se dejen vencer por el miedo, que pronto brillará la luz de la paz, la fortaleza y del deber cumplido. (O)