La «start-up» Reef Technologies, con sede en Miami, creada en 2014 y ya incluida en la categoría de «unicornio», como se conocen las valoradas en más de mil millones de dólares, está desarrollando un concepto que define como «vecindad dentro de la vecindad».
Medios especializados han informado que en 2021 Reef ha recibido 700 millones de dólares de inversión de SoftBank y Mubadala Corp. para su proyecto de convertir miles de estacionamientos adquiridos en EE.UU. en «‘hubs’ de vecindad», donde se concentren una serie de servicios para las personas que viven en las cercanías.
«Se trata de crear un ecosistema para estar más cerca de los clientes y poder traerles productos que normalmente otro tipos de sistemas no podrían llevar», señala Alex Meléndez, gerente general de Vecindad de Reef Technologies, en una entrevista con Efe desde un estacionamiento en superficie del barrio de Brickell.
LA PROXIMIDAD COMO BASE DEL NEGOCIO
En una parte del estacionamiento, que sigue funcionando como tal con un precio fijo de 10 dólares, se encuentran varios camiones de comida donde se preparan platos de once marcas de restaurantes muy conocidas que ya tienen contratos con Reef.
Cuando una persona de la zona de Brickell hace un pedido de comida de alguna de las marcas presentes en el centro de operaciones de Reef a través de plataformas como UberEats, Postmates, DoorDash o GrubHub la orden se prepara allí y los robots son los que la transportan al cliente.
Los robots, construidos por la también «start-up» Cartken, solo llevan los pedidos en un radio de media milla (unos 800 metros), explica el directivo de Reef.
Eso permite entregar un pedido en un máximo de media hora y abarata el coste de operación de Reef en un 47 %, un ahorro que la empresa traslada en descuentos a los clientes, dice Meléndez, que es de origen puertorriqueño y ecuatoriano y antes trabajó en Amazon.
Matt Lindenberger, director de tecnología de Reef, afirma en un comunicado corporativo que la creciente demanda de la entrega a domicilio de comida de restaurantes, que ha ayudado a muchos a librarse de la ruina durante la pandemia, «ha creado un cuello de botella durante las horas pico de comidas que ralentiza la eficiencia».
Los robots, que son autónomos y cuentan con cámaras y sensores, tienen forma de cajón o arqueta con ruedas con una tapa que, una vez cerrada, solo puede abrirse con el código numérico que se le facilita al cliente que va a recibir el pedido.
Cuando llegan al domicilio esperan afuera mientras los receptores reciben un mensaje por texto para que salgan a recoger el pedido. Una vez cumplida su misión regresan al «hub» salvando incluso obstáculo como escaleras y rampas.
LA COVID-19 Y El «BOOM» DEL REPARTO A DOMICILIO
Meléndez destaca que la pandemia de covid-19 ha sido en cierta manera «una ventaja» para el éxito de este proyecto.
«Nadie toca tu comida, solo la persona que la elabora con guantes y todas las medidas de seguridad. Dentro del robot la comida va en bolsas selladas», explica.
Para los peatones ver a estos émulos de RD2D o «arturito», el famoso robot de «La guerra de las galaxias», cruzar las calles y detenerse en los semáforos es todavía sorprendente.
Si el proyecto, como pretende Reef, escala y llega al vecino condado de Broward (sureste de Florida), a Nueva York, Austin (Texas) y Los Ángeles y eventualmente al extranjero, los robots de reparto de Reef se harán mucho más conocidos.
Meléndez señala a Efe que en unos meses esperan abrir más de 100 locales como el de Miami, que, además de sushi, hamburguesas, pasta, waffles con pollo y helados de sus once marcas, también ofrece licor, vinos y productos básicos como leche, huevos o café para los vecinos que no pueden o quieren ir al supermercado.
El directivo explica que se proponen ir sumando más marcas a la oferta de los «hubs de vecindad» y no solo del sector gastronómico, también tiendas y otros negocios relacionados con la salud.
UNA VUELTA DE TUERCA A LA TIENDA DEL BARRIO
La idea es tener todo cerca para poderlo llevar a los vecinos en el menor tiempo posible.
Es una vuelta de tuerca a las tiendas del vecindario de toda la vida que abundan en Europa y América Latina, pero desaparecieron hace años de la mayor parte de los barrios de Estados Unidos.
Meléndez subraya que, además, permite a las familias interactuar con otros vecinos pues también se puede acudir al estacionamiento a disfrutar de la comida ordenada en unas mesas colocadas para ello en el área donde están los «food trucks».
Justo al lado están estacionados a la espera de nuevos pedidos los robots de Cartken, que «han sido diseñados para hacer reparto en distancias cortas de órdenes de un tamaño pequeño de una manera más eficiente y a la vez ayudar a reducir la congestión del tráfico y la contaminación», dice un comunicado de la empresa.
Algunos dirán también que, por si esto fuera poco, a los robots no hay que darles propina. EFE