Mientras la transición le permitirá al presidente electo Guillermo Lasso conocer la situación real del país, la nueva Asamblea Nacional a instalarse el próximo 14 de mayo es otro frente político del que estará pendiente.
La puja por captar la presidencia del Legislativo hace que los diversos bloques hagan contactos, incluso por encima de sus posiciones antagónicas.
La bancada correísta quiere para sí la presidencia de la Asamblea, aspiración que también la tiene la alianza CREO-PSC, e igual Pachakutik.
Aunque en teoría todos dicen que actuarán pensando en el país, no es menos cierto que la oposición al nuevo gobierno será su bandera, incluso más allá de la oposición racional y democrática que, como contra peso entre poderes, siempre es necesaria en democracia.
Si se considera que CREO apenas tiene 12 escaños y que la alianza con el PSC solo fue electoral, al nuevo Ejecutivo no le queda otra alternativa que negociar y encontrar puntos de equilibrio para que sus ofertas prosperen en la Asamblea; pero también a la inversa.
Si los bloques legislativos mayoritarios actúan pensando en las elecciones de 2025 podría volver mucho más compleja la situación del país. Entender esta dura realidad permitirá encontrar el camino correcto para enfrentar la crisis, sobre todo la sanitaria, la económica y la social.
No hay que olvidar que Lasso hizo algunas concesiones para ganar en la segunda vuelta. Ofreció incorporar a las suyas, propuestas de otras tiendas políticas.
Ratificó subir el salario básico, una oferta de la que siempre reniega el sector privado. Para el público implicará más gasto corriente.
No solo desde la Asamblea, sino desde otros ámbitos vendrá la presión social para que cumpla sus ofertas electorales.
Mucho dependerá conocer en qué manos recae la dirección del Legislativo para avizorar el despegue del nuevo gobierno, a sabiendas de que muchos votaron no tanto por su agenda política-económica, sino para impedir el regreso del correísmo al poder, y a quienes deberá convencer de que es la más adecuada.