Esta historia empieza con nuestra protagonista: Elizabeth Holmes. Mientras estudiaba química en la universidad de Stanford, visitó la China y vio que muchos morían a causa de una enfermedad respiratoria. Pasó mucho tiempo haciendo prácticas concluyendo que era primitiva la manera de analizar la sangre: tomando varias muestras. Abandonó la universidad, acudió a varios inversionistas, recaudó 6 millones de dólares y fundó su compañía Theranos. Poco se sabía de este proyecto que proponía que los pacientes podrían tomar la muestra de sangre en casa pinchándose un dedo con un aparato especial que recolectaba unas gotas de sangre. Luego introducirían el aparato en una máquina de Theranos que mandaría la información a los laboratorios de la compañía donde evaluarían la sangre. En pocas horas, recibirían un reporte vía correo electrónico con el resultado del análisis.
Elizabeth se volvió una celebridad y la cadena Walgreens promocionaba la marca. Se refería a sí misma como la nueva Steve Jobs. Aunque había un problema, como no acabó la universidad, buscó a una antigua maestra en busca de consejo quien le aseguró que las muestras de sangre intravenosas existían por algo y que su idea era ridícula. Sin embargo, le contactó con el jefe del Departamento de Ciencia en Stanford quién se iría a trabajar en Theranos. La llamó la Arquímedes Moderna. Mientras tanto, Ian Gibbons, bioquímico de la compañía, empezó a notar algo extraño en las máquinas.
Ian había intentado que Elizabeth admitiese la verdad, pero terminó demandado ya que ella lo puso como coinventor de algunas patentes y antes de que lo llamaran a testificar, lo encontraron ahorcado en su baño. El caso quedó oculto, pero un periodista siguió a Holmes durante dos años y reveló la verdad: era una gran estafadora.
Al realizar las pruebas con una cantidad insuficiente de sangre, los resultados de los pacientes siempre resultaban incorrectos. Fue demandada por fraude y conspiración, cerrando Theranos en el 2018. Lo peor es que se descubrieron documentos que demostraban que ella sabía la verdad, y aun así, se negó a disculparse. Su juicio penal se retrasó hasta los primeros meses del 2021, debido a la pandemia.
Las acciones y omisiones son las que definen la integridad de una persona. El ego es traicionero, nunca será un buen consejero. (O)