Tras los resultados electorales noto cierta tendencia hacia la conciliación política, que tuvo elevado clima de confrontación durante la campaña. Arauz y Correa encarnando a los perdedores presidenciales, felicitaron al nuevo mandatario Guillermo Lasso, prometiendo darle gobernabilidad, mientras éste se mostró abierto a dialogar con todos, inclusive tener un variopinto gabinete ministerial.
Algo difícil sin embargo porque cada cual llevaría el agua a su molino, imposibilitando cumplir un proyecto que ineludiblemente tendrá ribetes neoliberales. Interpreto más bien que el próximo ocupante de Carondelet, intenta fortalecer su minoritario bloque de asambleístas, frente a los 50 de UNES y 27 de Pachakútik que juntándose pueden desarrollar su agenda, captar las dignidades y ser contrapeso para las decisiones oficiales que atenten contra los sectores más vulnerables.
Solamente con grandes bloques integrados por grupos de aproximación ideológico-política básica, y evitando en lo posible mayorías móviles donde predominan los oportunistas y hasta corruptos asambleístas, esta función del Estado podrá superar el inédito desprestigio de la actual que tiene apenas el 2 % de aceptación popular.
Eso sí los partidos políticos deben seleccionar mejor sus candidatos igual que el electorado, pues frecuentemente lo hacen fijándose en la fama de cantantes, deportistas, actores, estrellas del espectáculo y la televisión, actividades ajenas a la misión encomendada.
Dos reformas legales complementarían tales premisas: disminuir el número de legisladores y exigirles preparación académica o amplia experiencia en el manejo de organizaciones sociales. No así crear dos cámaras que complicaría aún más su desenvolvimiento, ya de por sí lento por la dificultad de buscar acuerdos y consensos. (O)