Faltan 27 días para que se efectúe el cambio de gobierno. Las elecciones se llevaron a cabo con normalidad y, dada la importante ventaja del triunfador, los resultados fueron aceptados en poco tiempo por su adversario, lo que presagia un cambio de poder sin incidentes ni cuestionamientos. Una evaluación sólida de la gestión gubernamental requiere un período de tiempo mayor, luego de la gestión del nuevo gobierno, pero es posible realizar una evaluación previa, ya que es muy difícil que en estos días ocurra algo de notable trascendencia. Los criterios para un juicio de valor son diversos, por lo que es muy difícil plena concordancia.
Es posible considerar algunos hechos de este período. En comicios con muy estrecha diferencia y cuestionados, triunfó el sucesor de Correa, lo que hizo pensar en un continuismo. Un primer incidente fue la actitud agresiva del vicepresidente electo –hombre fuerte de Correa- que culminó con su destitución y luego traslado a la cárcel de Latacunga en la que permanece. El actual gobernante, en lugar de tapiñar actos del anterior, manifestó que su prioridad era combatir la corrupción y desenmascarar a su antecesor, lo que le valió el calificativo de traidor por el saliente y mostró, que lejos de continuismo, habría oposición en la nueva gestión.
El número de presos y prófugo de altos funcionarios del anterior gobierno –comenzando por el cabeza y mentor- son elocuentes, sin que podamos afirmar con contundencia que todos los negociados salieron a luz. Un hecho importante fue la designación de Julio César Trujillo con amplios poderes como presidente del Consejo de Participación Ciudadana para reestructurar la institucionalidad. El poder judicial fue saneado y dejó de ser un maniquí del ejecutivo, a la vez que se nombró fiscal a una persona muy capaz que sin temor investigó seriamente los supuestos delitos anteriores con realismo y éxito. Sobre otros aspectos de gestión hay incertidumbre, pero en realidad se dio un cambio sustancial.