En pleno siglo XXI, hace algo más de un año, camino a un supuesto predominio de la inteligencia artificial, irrumpió en nuestro planeta un enemigo invisible e imprevisible frente al cual, ni los países de mayor desarrollo económico estaban preparados. Hizo indispensable una guerra para la que, las armas de destrucción masiva que tantos recursos consumieron, no sirvan en absoluto: el COVID19 desnudó la arrogancia humana que se consideraba preparada para superar todo problema. A un fenómeno mundial, no cabe atribuirlo al subdesarrollo y sus efectos en salud y economía agreden a ricos y pobres, siendo los últimos los más golpeados.
En nuestro país, como en los demás, las medidas a las que vio obligado el gobierno fueron controvertidas ya que nunca faltan los “sabios críticos”. Lo que vale la pena es reflexionar sobre los efectos que ocasionó la pandemia en una administración en el último año y el impacto en proyectos pendientes, partiendo de una situación económica muy mala, víctima de la herencia de Correa, no logró superarse del todo. Al ser un fenómeno mundial, en nuestro caso, cualquier evaluación debe realizarse comparándola con los demás países de Latinoamérica, sin dejar de pensar que, en varios aspectos, los europeos no han logrado superar este azote.
El ejercicio del poder de un gobierno conlleva hacer frente a una serie de retos y dar las respuestas apropiadas. En el caso que comentamos, se trata de un reto imprevisto e imprevisible. Consideramos que las medidas tomadas fueron razonables, sin que falten los indisciplinados como en todos los países. Las campañas de vacunación son muy importantes y deberá pasar un tiempo para evaluarlas. En todo caso, siguió funcionando adecuadamente la justicia y el respeto a la libertad de prensa. Al nuevo gobierno le toca afrontar este reto, pero no sorpresivo sino con alguna dosis de experiencia. El tiempo posibilitará una evaluación más realista.