El rocío que perfuma las auroras, las rosas en capullo que se abre con las caricias del sol, ciertas palmeras dentro de los ritos de semana santa bendecidas en el Domingo de Ramos cuyas hojas secas se arrojaban a los braseros encendidos para acallar los rayos en las tempestades de octubre mientras se oraba “Santa Barbara y doncella líbrame de esta centella”.
Recuerdo otra variedad de palmeras que se rematan en un verdadero manojo de flores llamado con propiedad “ramo de novia”; las orquídeas que en la poesía de los tangos argentinos se transforman en mujeres y las coronas fúnebres rindiendo pleitesía a la muerte, en ese entonces en nuestro medio eran hechas con flores de color blanco.
Las gitanas predecían la suerte en el amor y la fortuna lanzando al aire flores de claveles y fresnos, las jóvenes arrancaban los pétalos de margaritas con un “me quieres no me quieres”.
Las Brujas preparaban pócimas amatorias y brebajes de venganza mezclando raíces secas, hojas y flores de varias plantas y los dioses del Olimpo para alcanzar la inmortalidad bebían el néctar de la flor llamada ambrosía.
Los héroes y los petas antiguamente eran coronados con olivos y laureles. (O)