Al inicio de un nuevo gobierno hay la tendencia dar tregua por 100 días. Discrepo con tal directriz porque, como en cualquier actividad humana la advertencia, los consejos y la crítica deben orientar desde el primer día, inclusive antes, a fin de que se eviten desaciertos que luego pasan fuerte factura.
La mayoría de ecuatorianos apostó por la renovación de nombres, acciones y planes a fin de sacar al país del naufragio en que sumergieron los gobiernos precedentes. Se abominó por la corrupción cronificada, aquella que convirtió a la función pública en un antro delincuencial. Con los nuevos elegidos se quería dar al traste con toda reliquia de la mafia estructurada que diezmó al país.
En presidente electo se abanderó de esta lucha y por eso trasmontó la diferencia que tenía el ganador de la primera vuelta. Sus declaraciones por despejar la nube de corrupción fueron contundentes, basta recordar sus permanentes alocuciones aludiendo a que los ladrones no solo paguen con cárcel, sino que devuelvan todo lo robado. Para ello prometió que su gabinete estaría conformado por ciudadanos renovados y sin antecedentes verdes.
No obstante, ya un infiltrado del grupo político que usufructuó de los gobiernos precedentes se pronunció sobre sentencias que pueden ser revisados para ‘crearse nuevas oportunidades’. Igual desconsuelo se dio con el ascenso a Ministra de Educación de la Subsecretaria del correísmo. Entre tanto, la de Salud anuncia que quiere a su lado a la cuestionada Carina Vance. Estos indicios hacen resfriar y sospechar la continuación de la peste populista-revolucionaria de manos sucias.
La corrupción no solo está en los mandos medios, también pululan en los medios e inferiores, por ello es necesario que todos los ministros examinen a funcionarios de libre remoción y auditen a mandos medios y bajos de viejo cuño, en donde persiste la mañosería, el chantaje, la coima y el pillaje. En esta misma región hay mucho que escarmenar en instituciones como el IESS.
La democracia a través de la conciliación no debe saldarse con permutas inmorales. Cerrar los párpados y cruzarse de brazos ante los delitos cometidos por encarcelados, fugitivos o asustados aún en funciones sería una cobardía y una traición, no en contra un compinche sino del pueblo que confió. La prensa libre e independiente debe seguir de cerca los pasos del nuevo gobierno y no dar espacios para treguas, más bien contribuir develando posibles traspiés. (O)