Son las primeras que se levantan y las últimas en dormir.
Levantarse a las 05:00 o quizá antes para preparar el desayuno para sus esposos e hijos y de inmediato ir ordeñar a las vacas, dar el alimento balanceado a los pollos y la hierba a los cuyes. Esas actividades forman parte de una larga y extenuante jornada que diariamente realizan muchas mujeres del sector rural del Azuay.
No importa el frío, las lluvias ni el fuerte sol con tal de cumplir con sus obligaciones como madres, esposas e hijas que buscan días mejores para los suyos.
Sus lugares de trabajo son las extensas hectáreas de terrenos para la siembra de hortalizas, legumbres y frutales, además de los galpones de pollos y criaderos de cuyes.
Las mujeres rurales normalmente no usan vestidos o pantalones jeans para trabajar, pues por lo general laboran con sus vistosas polleras, blusas, chalinas, sombreros de paja toquilla o gorras para cubrir sus rostros del sol. Asimismo las botas y guantes para evitar el lodo y cualquier picazón de insectos.
Ellas trabajan más que sus esposos, dado que a más de la dura actividad de labrar la tierra, cocinan, limpian las viviendas, ven por sus hijos e incluso los ayudan en las tareas escolares a pesar de que desconocen de algunas asignaturas.
Bendición
Georgina Jiménez, quien cumplirá 58 años de edad el próximo 5 de agosto, nunca pudo tener hijos, pero crió a dos pequeños que hoy son personas adultas.
Ella reside en la comunidad Bellavista Bajo de la parroquia Sayausí del cantón Cuenca.
Hace 33 años ella se hizo cargo de un bebé de un año y tres meses, hijo de una prima, y hace 22 años de una niña también de un año de edad, a quien la encontró abandonada en el sector del Cajas.
Georgina es una mujer de escasos recursos económicos que gana actualmente alrededor de 50 dólares semanales, o menos, arreglando los jardines, sembrando cebolla, ajo y otros productos en terrenos de algunas personas.
Toda su vida se ha dedicado a estas actividades para ayudar económicamente a su esposo y sacar adelante a sus hijos, como ella los considera, pese a que no llevan su sangre.
“Yo me siento feliz, porque Dios me dio unos hermosos padres, sin serlos”, respondió con emoción Miriam, la niña que fue adoptada hace 22 años por Georgina.
Miriam conoció a su progenitora hace algún tiempo atrás e incluso se lleva con ella, pero el sentimiento hacia Georgina es “mucho más grande”. Ella recuerda cada sacrificio que hizo esta humilde mujer para darle un futuro mejor.
Esfuerzo
Algo que caracteriza a las madres, tanto de la ciudad como del campo, es su esfuerzo para sacar adelante a sus hijos sin importar lo que tengan que hacer para conseguirlo.
Hilda Sagbay, de 49 años de edad, del sector Pamar-Chacrín del cantón Sigsig, es un ejemplo de esta dedicación.
Hilda viaja todas las semanas desde hace más de ocho años a la ciudad de Cuenca con el propósito de vender sus hortalizas en la feria del Cadecem que organiza el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
Ella tuvo cinco hijos, dos de ellos aún menores de edad. Su familia sobrevive con apenas 300 dólares mensuales.
“Yo me privo de muchas cosas con tal que mis hijos estén bien. Recién me endeudé en una tablet para que ellos puedan estudiar y ser mejores que nosotros”, sostuvo Hilda, quien sueña que sus hijos lleguen a ser profesionales.
Familia
En San Joaquín, una de las parroquias rurales de mayor producción agrícola del cantón Cuenca, se observa con facilidad a las familias trabajando en sus parcelas.
Mariana Saguay, de 56 años, y su hija Laura Pillco, de 33 años de edad, son de esas mujeres que aún comparten el trabajo en el campo.
Ellas, del sector de Barabón-La Inmaculada, pertenecen a la Asociación de Productores Orgánicos “Yanuncay”. La asociación está integrada por cerca de 30 agricultores, de las cuales 20 son mujeres.
La una recoge los rábanos de la parcela, mientras la otra alimenta a los pollos y cuyes. Unen sus fuerzas para ganarse uno que otro dólar.
Laura piensa que los tiempos han cambiado bastante. “Antes llegábamos de la escuela y de inmediato ayudábamos a piquear, desherbar y en la noche hacíamos los deberes”.
Ella cree que ese vínculo, que inició en la niñez y como escenario su huerto, la une más con su madre, pese a cualquier dificultad.
En el campo hay “cientos” de historias como las de estas mujeres que evidencian una realidad muy diferente a la del sector urbano de las ciudades de Cuenca, el Azuay y el Ecuador. (BPR)-(I)
Gobierno en deuda
Para el sociólogo Humberto Chacón, exdocente de la Universidad de Cuenca, la cultura patriarcal en la sociedad rural es “muy potente y determinante” en el rol de la mujer como hija, madre de familia y esposa.
Chacón cree que las políticas públicas existentes no son suficientes, “porque no están pensadas en la mujer rural, menos aún en las madres rurales y peor en las madres rurales adolescentes”.
El Gobierno está en deuda con las madres rurales en aspectos relacionados a atención de salud permanente bajo los criterios de la promoción; en trabajar en su autoestima, entre otras necesidades que salvaguarden los derechos que constan en la Constitución, afirmó.
El excatedrático explicó que la pandemia ha afectado “significativamente” la situación de las mujeres rurales. Las ventas disminuyeron, como es el caso de los productos que cultivan y de los animales menores que crían, debido a la falta de clientes y espacios de comercialización.
DETALLES
–En la provincia del Azuay hay asociaciones de productoras que son el pilar económico de sus familias.
–Las mujeres del sector rural se dedican principalmente a la agricultura, ganadería y a la crianza de sus hijos.