Estimados asambleístas: ha iniciado un nuevo periodo legislativo que tiene mucho de esperanza, intención y democracia. Sí. Democracia. Y la tiene porque después de catorce años de un correísmo exacerbado -que buscaba tomarse todos los espacios- finalmente, hay un Parlamento diverso, de mayorías y minorías, como fue la intención de las democracias al regular el poder más importante de los Estados: los legislativos.
La Asamblea Nacional no es un centro de monísmo decisorio, sino de discusión y diálogo. De consensos y acuerdos. Bobbio sostenía por ejemplo que hay que tener mucho cuidado de aquellos espacios en donde el consenso se hace regla y el disenso está prohibido. Bienvenido este tiempo de distintas miradas por el país. Es decir -y recalco- por el país y no por los intereses mezquinos de grupos o personas. Hay que pensar en colectivo.
Permítanme recordarles algo que no suele estar presente en los parlamentos latinoamericanos y es lo siguiente: No hay que preocuparse exclusivamente por cuántas leyes crear o reformar. Cuántas nuevas instituciones fundar o rediseñar. Cuántas nuevas disposiciones normativas incluir o dar a luz. Tampoco es tiempo para afianzar lo que no tiene sentido. Hay que pensar diferente.
Pues, en el contexto del país, la realidad social y económica que vivimos, es sustancial reflexionar sobre ¿cuántas leyes se deben suprimir o derogar? Los ecuatorianos necesitamos una urgente restructuración en el qué hacer legislativo conducente a eliminar la “hipernormatividad” que asfixia e impide el libre y adecuado funcionamiento del tejido social. Gigante favor sería tomarse en serio la hipertrófica regulación normativa que tanto limita y condiciona a la libertad.
Es necesario también, yo diría sustancial, pensar que es un tiempo distinto, en donde hay que saber interpretar a sus electores, quienes buscamos diálogo, comprensión, diversidad y tolerancia, anulando el revanchismo o el conflicto de nulo sentido. Hay que encontrar en el debate y posición dialógica los acuerdos necesarios. Hay que pactar entre mayorías y minorías. Hay que fiscalizar sin pérdida de tiempo y ser una asamblea, mejor dicho, unos asambleístas a la altura del país y sus electores. (O)