El ser humano encontraría mejor oportunidad de sobrevivir si nos acomodáramos a este planeta y lo considerásemos con aprecio, pero desgraciadamente ha perdido incluso sus propios valores, y más aún aquellos que dicen y se desdicen en favor de los más débiles de este planeta, más o menos se asemejan a las comedias, donde aparecen con las mismas intenciones; y solo los motivos y sucesos diario lo difieren, pero el espíritu de los sucesos de este sistema social permanece siendo el mismo: sanidad, vivienda, empleo.
Nuestro mundo civilizado no es más que una gran mascarada, allí estamos todos, soldados, abogados, políticos, caballeros y filósofos, pero no nos representan son simplemente máscaras, bajó cuyos disfraces se ocultan la mayoría de las veces, como buscadores de dinero. Estos se ponen la careta de la justicia y el derecho como los salvadores de los débiles, de las mayorías, y están bien protegidos con el antifaz del bien público, y de la filantropía de la modestia.
Hay también disfraces generales, que nos representan la honradez, la finura de sus modales, la inocencia, el pudor, la simpatía y la amistad, estos son los especuladores que, bajo estos disfraces, están hoy entre rejas controladores del bien público, de nuestro país. Desde este punto de vista, los únicos honrados y caminan a pie y a cara descubierta los que producen y mueven la economía como los trabajadores del campo, y ciudad, los que fabrican la moneda para el desarrollo de todo el andamiaje del poder. El poder ofrece un espectáculo de las deformidades más horrorosas, la expresión moral de bajas paciones y de ambición despreciable, en fin, una corrupción sórdida, fruto de hábitos contaminados y degradantes. Por eso huyo a refugiarme en la naturaleza. (O)