Vivimos un aire fresco desde el domingo pasado, vientos renovados que auguran cambios positivos para el país, entre ellos que se arrase con prácticas nocivas que venían descomponiendo a la sociedad. Las amenazas y coimas bajo diversas formas y circunstancias que arrancaban dinero al prójimo, a tal grado que en los tres últimos quinquenios estaba institucionalizado, debe ser diezmada. La ciudadanía ha mirado inerme y perpleja semejante cosa, volviendo en vano sus atemorizadas pupilas a las autoridades como áncora de salvación, sin saber que desde ahí se fomentaba tales prácticas.
La amenaza como medio de subsistencia y de mantenerse en el poder por parte de inescrupulosos es cosa común y corriente, y lo peor, una alternabilidad de “trabajo” inexhausta. A la oficina a donde usted va, tiene que hacer frente a la presión política o económica, subrepticia o embozada, franca o taimada, si es que quiere obtener un documento o conseguir que el asunto que le interesa se tramite con la necesaria diligencia. Contratistas del Estado, prestadores del IESS y otros servidores de organismos estatales o paraestatales deben ajustarse a estas exigencias para que se les cancele sus haberes.
Las eufóricas declaraciones para reprender estas inmoralidades no han sido más que compromisos. Ahora toca revivir una de las promesas del gobierno recién posesionado que fue acabar con la corrupción, putrefacción que debe comenzar haciendo a lado a todo empleado mañoso, de mandos medios y pequeños, en donde hay muchos que vienen así.
Viene al caso este asunto constatando a diario la queja de los usuarios en varias oficinas públicas y privadas, en donde esta práctica se ha hecho costumbre sin siquiera saber sus superiores o ser partícipes del reparto. Deplorablemente esta política inmoral está encarnada por todos lados. Por eso, es de vital necesidad que las nuevas autoridades secunden las buenas intenciones del flamante presidente Lasso y expurguen al último de los malos funcionarios.
El pueblo necesita vivir en armonía, con trabajo digno y honrado, porque el país no solo necesita elevar el nivel adquisitivo sino también darle seguridad, tranquilidad, autonomía en sus acciones y estar libre de todo tipo de amenazas y coimas.
El pasado oprobioso deberá servir para reivindicar el respeto a las personas, dar libertad de opinión y, sobre todo, como fue principal promesa del hoy presidente, acabar con la corrupción en todas sus manifestaciones, como el de las amenazas y coimas. (O)