En la ceremonia de cambio de mando, se dio un hecho interesante; posesionó al primer mandatario y le colocó la banda presidencial una representante de las nacionalidades indígenas de la región amazónica en calidad de presidenta de la asamblea. Ambas autoridades recalcaron este hecho y manifestaron que esta diversidad es una clara muestra de las condiciones históricas y geográficas del país que, entendidas de manera perversa, condujeron a la explotación y discriminación racial de los conquistadores a los conquistado y ahondaron el regionalismo proveniente de las condiciones ecológicas de nuestro país, cuyos efectos negativos son evidentes.
Ambas autoridades enfatizaron en que la diversidad es una riqueza, ya que cada uno de los grupos tiene componentes positivos que, debidamente abordados, dando prioridad a las cualidades, enriquece la coexistencia ciudadana en el ordenamiento político de un Estado. Una de las perversidades históricas ha sido la vigencia real del prejuicio del racismo que parte de la falsa idea que hay razas superiores e inferiores. Si bien no se ha logrado superar plenamente esta conducta se han dado pasos importantes. En nuestro caso, como hizo referencia el nuevo presidente, se ha dado un hecho sin precedentes: que un ex banquero de Guayaquil reciba el poder presidencial de una representante indígena de la Amazonía.
Esperamos que estas declaraciones positivas en el futuro pasen a hechos reales y que se den acuerdos, superando las diferencias entre los grupos y enfatizando en las semejanzas. Dadas las condiciones humanas y ecológicas del Ecuador, de hacerse realidad esta aspiración habría un gran ganador: el pueblo. Debe transcurrir algún tiempo para evaluar si este ideal positivo se convierte en realidad. Lo ideal sería que todas las agrupaciones mentadas den prioridad en su conducta a los intereses colectivos, dejando en segundo plano las aspiraciones individuales, por legítimas que sean, para un desarrollo integral de este país tan diverso.