Una de las actividades que más extraña Álex es encontrarse con sus amigos. Desde que se declaró la emergencia sanitaria y se suspendieron las clases presenciales, no los ha visto. A veces se comunica con ellos a través de los mensajes de voz del WhatsApp, pero no es lo mismo.
Para Álex, que tiene 16 años, nada es igual desde que las restricciones se impusieron en Cuenca. Casi no sale de su casa, y aunque quisiera, sus padres no le permiten por miedo al COVID-19.
“A veces mis amigos sí se reúnen, y si yo pudiera también me reuniera, pero tenemos que cuidarnos. Mis papás tampoco nos dejan salir mucho. Si salimos es para acompañarlos o para ir a la tienda”, dice Álex.
La misma historia se repite con Belén, quien en los próximos meses terminará la secundaria a través de la virtualidad. Desde que inició la emergencia sanitaria solo vio una vez a sus amigas en un parque, pero cuando una de ellas se contagió de COVID-19, se asustó y ahora prefiere mantenerse en contacto a través del WhatsApp.
“Creo que lo que más me duele es que no pueda graduarme con mis amigos. Nos va a tocar graduarnos por el Zoom, pero no es lo mismo. Me hubiera gustado que sea de otra manera, pero tenemos que cuidarnos porque los jóvenes podemos ser portadores del virus y complicar a nuestras familias”, dice Belén.
La realidad que viven Alex y Belén también se replica en los miles de jóvenes de Cuenca y Ecuador, quienes en gran medida están cumpliendo con las restricciones para evitar los contagios masivos. No obstante, mientras se cuidan del coronavirus, las actividades que les permitían interactuar de manera personal se han reducido a casi nada.
Consecuencias
Para la psicóloga Lía Ramón, el encierro, a pesar de que previene el contagio, está afectando la salud mental de los adolescentes y jóvenes, quienes sin las actividades escolares presenciales y las actividades deportivas, terminan frustrándose.
“Lo que hemos visto es que pasan mucho tiempo en el celular o en la computadora, y eso les afecta. No pueden salir por temor de los padres a contagiarse. Al estar encerrados se frustran, sobre todo en el colegio, porque sienten vacíos. Su salud mental está siendo afectada”, dice Ramón.
La opinión de la psicóloga se corrobora con un estudio que realizó la UNICEF: 4 de cada 10 adolescentes en Ecuador dijo haberse sentido angustiado o con mucha tensión en medio de esta pandemia. Aquello preocupa al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, porque el encierro está afectando el estado físico de los adolescentes y jóvenes.
“Hay que estar atentos con los comportamientos de los adolescentes y ayudarlos. Y si los padres ven algo extraño, yo recomiendo no ver a la psicología como lo último. Hay cómo tratar los distintos casos para ayudar a los adolescentes”, agregó Ramón.
La somnolencia, el cambio en los hábitos alimenticios, el encierro prolongado en los cuartos, la pérdida o el aumento de peso son algunos de los signos que se deben tomar en consideración.
Ayudas
En las circunstancias actuales es difícil pagar por un servicio de atención en salud mental. Las sesiones por lo menos cuestan 20 dólares. Ante esa realidad algunas instituciones han ofrecido ayuda gratuita, y entre ellas está la Universidad Católica de Cuenca, que empezó el año anterior a ofrecer consultas sin costo.
En principio la ayuda estaba dirigida hacia los médicos que atendían a pacientes con COVID, pero con la situación actual, la atención se amplió a todas las personas, quienes solo deben ingresar a este formulario.
Una vez respondidas las preguntas, un profesional de la salud mental se comunicará con las personas que solicitaron ayuda.
Para la Universidad Católica ha sido necesario mantener estos espacios gratuitos, ya que la pandemia y el encierro continuarán afectando a los adolescentes y jóvenes. (I)