Los recuerdos nos traen el dulce encanto del ayer y mientras escribo en una mañana de sol en un breve instante siento cercana la fiesta religiosa del Corpus y en un pasar de muchas lunas y muchos soles casi puedo percibir la devoción de la gente, el perfume de agua florida y retama en la procesión del Santísimo alrededor del parque, paladeo los dulces inigualables de las Carabacas, cocadas, quesadillas, roscas de yema, huevo de faltriquera y tantos y tantos unos más sabrosos que otros, ¿pero por qué les llamaban de las Carabacas cuando las dueñas del negocio se apellidaban Villavicencio?
Cuando murieron ellas quedó una criada llamada Inés, parece peyorativo llamarle criada, pero así se decía a aquellas que desde niñas estaban en las casas y eran sentidas como de la familia, ella me contó esta historia: la hija de un matrimonio español de apellido Carabaca que residía en Cuenca, a la muerte de sus padres pasó a vivir con la familia Villavicencio debido a la estrecha amistad que les hermanaba, les enseñó las recetas de los dulces que poco a poco se identificaron con su apellido.
Hoy ha crecido el interés por esta costumbre y los dulces no solamente se ofrecen en las mesas situadas del centro sino también en las casas, como una verdadera cura de amor de las madres a sus hijos dulces y más dulces hechos por ellas florecen en sus manos. (O)