El gobierno de CREO, y ya no también Socialcristiano, ha vivido en estos días de recientes nupcias con Pachakutik, una cálida “Luna de Miel”, que ha provocado la admiración hasta del mismísimo Rey de España, quien seguramente no acertaba a explicarse cómo un gobierno de banqueros y pelucones de diversas categorías y pelajes compartían el pastel del poder de la Nación Ecuatoriana con los indígenas, o pueblos originarios, de todos los rincones de la geografía patria.
Sin embargo, es sabido que las “lunas de miel” políticas suelen ser de breve duración, algunas de brevísima, si no, recordemos el caso del coronel Gutiérrez, quien luego de proclamarse “indio amazónico honorario”, rompió con los ciudadanos de a poncho y sombrero, para luego caerse en “el intento”. Peor fue el caso del actual ciudadano de Bélgica, cuando tras un breve y fogoso romance con Pachakutik, terminó quitándole hasta la casa, como aquellos maridos ambiciosos que dejan a sus consortes en la vía pública.
Por esto, el gobierno de Guillermo Lasso debe aprender de pasadas lecciones, y extender al máximo posible la “genial alianza” con doña Guadalupe Llori, la lideresa-tigresa de la Amazonía y sus huestes, que por esta alianza tan singular, inclusive tuvieron la “baja” de su partido del ex candidato Yaku Pérez, quien se fue echando pestes, o para estar de acuerdo con su vocación ecológica, botando “aguas negras” o “aguas servidas” a la conducción pachakutesca.
Sin embargo, a los ecuatorianos en general, les ha caído bien que Tirios y Troyanos, como se dice en lenguaje clásico y platónico, se hayan juntado a pesar de sus radicales diferencias, como suele hacerse en naciones más desarrolladas, en lugar de iniciar desde el primer día de gobierno aquellas “guerras a muerte” entre gobiernistas y adversarios. Claro, no vamos a ser tan ingenuos los ecuatorianos para pensar que todo será un lecho de rosas entre un gobierno, que tiene una línea clara hacia la derecha, y el partido que aglutina a los pueblos indígenas, porque de hecho hay que esperar tensiones y fricciones, que ojalá no terminen en batallas destructivas para un país que más que nunca requiere de paz. (O)