Sin duda es el Primer Mandatario en Ecuador, Guillermo Lasso, que en su discurso inicial hace alusión a la gravedad del problema alimentario nutricional del país, cuyos indicadores son de los peores en Latinoamérica. Lo interesante seria pasar de las palabras a los hechos para lo cual se tienen que superar inequidades en el ingreso y distribución de la riqueza, para empezar a reducir el hambre de las familias que en un 25 % de menores de 5 años, presentan algún grado de malnutrición, con el consecuente deterioro de salud, de aprendizaje y progreso.
La identificación del problema, es antigua, lo interesante es hacerlo desde la política estatal, se ha discutido hasta la saciedad la situación de abandono, hacinamiento y carencia de agua potable y alcantarillado, presa de enfermedades respiratorias, digestivas y vectoriales, en la costa y oriente, que, en estos infantes, quedan secuelas relacionadas con su sufrimiento manifestadas en desarrollo subnormal y anemia, el conocimiento y las demandas en los pasillos de los paraninfos universitarios, para la catedra, o en los talleres como el de hambre cero, sin incidencia en la táctica, que de acuerdo al protocolo de atención la desnutrición aguda, es una emergencia de salud para el individuo que la padece, más la organización de los servicios médicos se queda en la práctica curativa, que resulta limitada para aplacar los determinantes sociales, sanitarios y de comportamiento.
Países como el Perú hace 25 años, tenían indicadores como los nuestros y han mermado más de la mitad, de niños/as con desnutrición, de manera integral, con una serie de políticas y programas, que independientemente, del gobierno siguen implementados, con la participación de grupos humanos postergados. Hay que hacer que la gente reconozca la gravedad del problema, los que crecen menos que los otros de su edad y no se dan cuenta sus padres, así mismo con la comunidad orientar los recursos a las dificultades que sean meritorias de ser atacadas. El diagnostico está definido. Ahora a trabajar y nada más. Para que no vuelva en el futuro ningún Presidente hablar con la misma angustia y desazón. (O)