Venciendo el tiempo y su implacable geometría quiero adentrarme en el pasado, llenar de imágenes esa soledad de añoranzas de las vacaciones en el campo, romper el silencio de lo que ya no es, percibir el reverberar del fuego en esos hornos de prodigio, mirar las manos de mi madre amasando toda clase de panes con un sabor inigualable, paladear las tugyanas calientitas cubiertas de un quesillo coloreado que les daba un aspecto solar, su nombre quichua, ese poético idioma campesino, traducido al castellano significa “pan reventado en rosas” y es ya un brumoso recuerdo como un tropel de caballos levantando polvaredas de algo que un día nos poseyó.
Ahora da pena, el campo devorado por la ciudad que se va quedando solo; los niños y jóvenes actuales entre computadoras y teléfonos celulares han perdido su infancia, atrapados por la propaganda, aman a Disney e ignoran el campo. (O)