¡Camisetazos!

En el fútbol profesional nadie censura que un jugador pase de un equipo a otro, ya que está de por medio don dinero. Un futbolista debe ganarse la vida con los pies y buscar el equipo que mejor convenga a sus aspiraciones económicas. Se ha generalizado el término de cambio de camiseta, ya que esta prenda es el identificador del equipo. Con el calificativo despectivo de “camisetazos” en política se considera a personas que ganaron las elecciones por una agrupación y luego se incorporaron a otra que ejerce el poder.

Si este cambio se debe tan sólo a intereses económicos, es censurable ya que el idealismo es esencial a la actividad política y las ideas no deben estar sujetas al vil metal. Es plenamente explicable que las personas cambien de ideas políticas por múltiples circunstancias, ya que es propia del ser humano esta búsqueda. Grave sería que las ideas políticas de alguien, parte de una organización, deban durar “hasta la muerte del titular”. La complejidad de esta actividad y las modificaciones sociales, explican esta tendencia al cambio.

Cuando se inicia un nuevo gobierno, se intensifican los “camisetazos”. Los hay limpios y sucios, según las motivaciones e intereses de las personas. No cabe generalizar; cada caso tiene sus fundamentos para aprobarlos y a veces aplaudirlos o para aceptarlos y a veces repudiarlos. Cuando en política de las ideas se pasa a las acciones, hay halagos y frustraciones según estén en juego los ideales “puros” o el “sentido práctico.

No hay recetas para justificar o censurar estas camisetadas. Ante la duda, me remito al poeta español Ramón de Campoamor que escribió: “En este mundo traidor // Nada es verdad ni es mentira // Todo es cuestión del color // Del cristal con que se mire”. (O) 

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