Pfizer, Moderna, Sinovac, Cansino, AstraZeneca, Sputnik, Johnson & Johnson, Novavax, entre vacunas a partir de virus inactivos, vacunas basadas en proteínas, vacunas con vectores víricos y, vacunas con ARN Y ADN, la industria farmacéutica, universidades y gobiernos del mundo, emprendieron una cruzada sin precedentes para buscar una vacuna capaz de enseñar a nuestro sistema inmunitario cómo reconocer y bloquear de manera segura el virus causante de la COVID-19.
La vacuna significa un grado de protección que demanda un tiempo de incubación de catorce días, en promedio, según la OMS, actúan induciendo inmunidad contra el virus SARS-Cov-2, lo que significa que reducen el riesgo de que este cause síntomas y provoque consecuencias sobre nuestra salud; reducen, pero no eliminan, la probabilidad, tanto de contagiarme, cuanto de contagiar.
La vacunación es un paso significativo en la superación de la pandemia, pero la resiliencia solidaria es el punto de inflexión para superarla en verdad, para superarla todos, para superarla juntos, pues debemos tomar conciencia de que vacunado aún puedo enfermar, en mejores condiciones de superar la enfermedad que otros sujetos no vacunados; pero, y lo más grave, puedo transmitir, es decir puedo contagiar a otros que podrían no tener la misma acción o reacción inmunológica.
La resiliencia solidaria que se expresa en el distanciamiento físico, el lavado constante de manos, el uso constante e ininterrumpido de la mascarilla en lugares públicos y comunes siguen siendo la mejor forma de prevención de transmisión; descuidarlos bajo el argumento: “estoy vacunado” o “ya pasé el virus” expresan comportamientos faltos de empatía, solidaridad y compromiso con una causa que nos convoca.
Más incómoda que la mascarilla es la UCI, si no planeas visitarla has todo el esfuerzo posible para evitar que otros la visiten, por solidaridad resiliente ponte la mascarilla… (O)