Hoy hablaré del lugar en que los conquistadores españoles fundaron la ciudad de Cuenca que la habitó una raza mestiza en la que con Cervantes palpitaba el Quijote, soñando con Calderón de Barca, Lope de Vega, Santa Teresa y San Juan de la Cruz con aquel “No me mueve mi Dios para quererte”… y también con Manco Cápac que surgió del lago Titicaca deslumbrando a los pobladores de su orilla, con el peto de oro que refulgía en su pecho con los rayos del sol que se proyectaban en él que se decía “Soy hijo del Sol”.
El paisaje acogedor para la nueva ciudad fue habitado por pueblos soñadores que le dieron diversos nombres según sus vivencias y que siguen marcando tendencias en el tiempo: uno lleno de amor y poesía, Guapondelig que en idioma cañari es igual a llanura amplia como el cielo; Paucarbamba, le llamó el primer conquistador inca, Túpac Yupanqui, que en quichua significa la llanura de flores y de pájaros ; uno menos conocido, Panacabamba, atribuido a Huayna Cápac para significar la tierra de la realeza familiar, y ese otro sobrecogedor, Tumipamba, como lugar de los cuchillos puesto después de la matanza a los Cañaris ordenada por Atahuallpa que en su pensamiento los tuvo por traidores. (O)