Cuando me entero que el doctor Fausto Arízaga Guzmán (+) se adelantó definitivamente en su retorno a la Divinidad, me inunda un profundo sentimiento de desamparo porque, la ausencia del médico amigo, del especialista de confianza y recordado compañero de labores, aunque por corto tiempo, pero trascendente, en ese templo de la solidaridad que es nuestro querido Hospital “Vicente Corral”, abre un vacío imposible de entender y aceptar.
Médico por aptitud, convicción y legado paterno; Radiólogo-Imagenólogo de vocación y especialización en importantes centros de perfeccionamiento académico; servidor por esencial sentido humanitario y reciprocidad social; docente por su generosa predisposición a compartir conocimientos y a bien asesorar en la sublime misión de sanar que permite un diagnóstico correcto y oportuno, tarea que siempre cumplió con sabiduría, celeridad y nobleza. Cómo no recordar su serena presencia en el Departamento de Radiología e Imágenes, por los pasillos y salas, ayudando en la interpretación de unas imágenes y corroborando un diagnóstico, haciendo cátedra abierta, generosa y erudita; dando todo de sí, porque nunca se negó a: un turnito más, una plaquita más, un eco, una interconsulta, en fin; siempre la mano tendida, mente y corazón listos a darse por quienes lo necesiten. Después, en la medicina privada igual, el colega y el radiólogo amigo, siempre dispuesto a servirte desde una especialidad, cada vez más novedosa, certera y determinante, a la hizo crecer con conocimiento, dedicación y constancia.
Todos los seres humanos cumplen una misión en la vida, seguro, ¿pero el cómo?, hace la diferencia y, Fausto Arízaga Guzmán (+) lo hizo, dedicado con pasión a servir a los demás con sabiduría y humildad, con eficiencia y bondad, con profesionalismo y humanidad desde la Medicina, la Radiología, el Magisterio y la Amistad. (O)