En Nabón la poesía de Gabriela Mistral se lee en quichua

Sin miedo, Justin Naula, de cinco años, se subió a la tarima y dijo sin titubear: buenos días… voy a decir un poema en quichua y español, y entonces empezó a recitar un fragmento de Balada de la estrella, de Gabriela Mistral.

En la víspera, Justin ya había tenido su primer acercamiento con la poeta chilena, ya que la institución educativa a la que asiste le pidió que se aprendiera un verso para que lo recitara en la presentación del libro “Cielo, Mar y Tierra”, que se llevó a cabo en Nabón.

La obra es una compilación de algunos de los poemas que escribió Mistral. La diferencia de este libro, si se compara con otras ediciones compilatorias, es que fue concebido, en el 2015, en una edición bilingüe: español y quichua.  

Para aprenderse, Justin tuvo el acompañamiento de Gladis, su madre, quien estaba emocionada que su hijo pudiera recitar un poema en el idioma que sabían hablar sus padres, aquel idioma que era utilizado para comunicarse dentro de la casa, el idioma secreto: el quichua.

En la entrega de libros, un niño recitó un fragmento de un poema en quichua. Xavier Caivinagua/El Mercurio

“Poco, poco, solo palabritas”, responde Gladis si se le pregunta si sabe hablar quichua.

Aquellas palabritas se le vinieron a la cabeza cuando se sentó junto a Justin a repetir: Ñukami kani chay kushicchik/Ñukami kani charidur/Achik nina wakayman shinashkata (Soy yo, la que encanto/ soy yo la que tengo/ mi luz hecha llanto). 

 “Lo poco que sé es porque mis padres me enseñaban y repetían, pero para hablar o escribir no sé. Sí me gustaría saber porque eso me recuerda a mis padres”, dijo Gladis después de que su hijo se llevara todos los aplausos por recitar.  

Ese gusto, del que habla Gladis, se replica en decenas de personas que han crecido en Nabón, el cual es el único cantón de la provincia del Azuay considerado como un lugar donde fluye la interculturalidad porque tiene cuatro comunas indígenas: Shiña, Chunazana, Morasloma y Puca.

En aquellos espacios todavía perdura el quichua, sin embargo, el idioma es utilizado solo en la intimidad. En los lugares públicos es casi imposible ver a esas personas hablando en el dialecto ancestral.

Ante ello, la Embajada de Chile, a través del Consulado Honorario de Cuenca, la Alcaldía de Nabón y el Gobierno Provincial del Azuay, emprendieron la idea de entregar 80 libros de Cielo, Mar y Tierra.

Las instituciones se plantearon repartir la obra para que los niños y sus familias pudieran acercarse a la lectura a través de una edición bilingüe, y de alguna manera, se rescate al quichua de su desaparición.

Actividades

La entrega de los libros es solo parte de una estrategia general que se busca desde varios espacios. En Nabón existen establecimientos educativos bilingües que tratan de fomentar el uso del quichua en las actividades diarias.

Por ejemplo, la Unidad Educativa Baltazar Aguirre ha tratado de implementar en la malla curricular de todos los estudiantes el quichua. Para las autoridades, entre ellas la rectora Cristina Quezada, saben lo que significa el idioma entre las comunas.

“Para nosotros es muy importante porque significa un legado de nuestra cultura ancestral. Lo que nosotros tratamos de hacer es fortalecer, de que no se pierda esta lengua materna porque nuestros estudiantes ya no están escuchando a sus padres hablar, entonces se va perdiendo”, dijo Cristina.

El libro es una compilación de poemas realizado por el escritor Manuel Peña. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Por su parte, desde el departamento de cultura de Nabón, mediante las promotoras culturales, ha hecho lo mismo: dar cabida al quichua a través de una diversidad de actividades. Y entre estas, y la que más ha atraído, está un concurso de cuentos en los que los participantes tuvieron la oportunidad de presentar historias escritas ya sea en español o quichua.

“Uno de los objetivos ha sido rescatar nuestra identidad, y dentro de esta identidad está el quichua. Entonces, promover estos actos culturales, en los que no solo se promueva el español sino también el quichua, son necesarios. Esto es fortalecer nuestra cultura”, dijo Alexandra Ochoa, bibliotecaria de Nabón.

Gusto por la lectura

Xavier Calle lleva dos años visitando Nabón, a través del programa BiblioAzuay de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, para impartir su gusto por la lectura y la música a los niños de las distintas comunidades. En ellos él ha visto que hay interés por los libros, aun cuando algunos no saben leer.

“En la zona rural hay mucha avidez por los libros. Obviamente no hay una cultura de lectura ni una costumbre, pero para eso está el plan, para ir creando una cultura. En los niños siempre va a haber un interés. Los adultos somos los que frustramos al no dar un ejemplo como lectores”, dijo Xavier.

Calle también estuvo en la presentación y repartición del libro de Mistral, a la cual vio como una oportunidad para que los niños vean una identidad que se está perdiendo. Espera que con la obra se pueda fortalecer al idioma quichua, que ahora mismo está escondido solo en las comunas.

“Con la entrega de este producto estamos validando su lengua materna, porque un niño mientras no vea que su lengua fuera de casa es validada, no le va a poner ganas ni importancia”, opinó Xavier.

La premisa mencionada por el impartidor de gustos por la lectura, por lo menos en Justin y su madre ya se cumplió: al tener un libro en quichua, ambos pusieron más ganas de aprenderlo, y quizá, en un futuro, ya no solo sepan un fragmento, sino todo el poema. (I)

Andrés Mazza

Periodista y fotógrafo. Escribe sobre cultura, educación, migración y astronomía.

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