Hougaard y Carter sostienen que “los estudios demuestran que la gente dedica casi el 47% de su tiempo, pensando en algo que no esta haciendo en ese momento” (2020, pág. 141); lo que sugiere que nuestro foco de atención se dispersa entre lo que hacemos y aquellos distractores, generalmente estresores, que pueblan nuestra mente y desvían nuestra atención.
Respirar, escuchar, atender, tres habilidades centrales para nuestro desarrollo integral como seres responden a reflejos instintivos que se desarrollan sobre la acumulación del tiempo, pero no a procesos cognitivos de aprendizaje dinámico.
A la escucha activa como camino de desarrollo de la empatía o conexión emocional que nos permite entender desde cada marco de referencia, debemos sumarle la respiración consciente como acto de auto-regulación física, mental y espiritual; para, finalmente buscar el desarrollo de la atención plena, la capacidad de atender de manera efectiva el momento presente.
¿Somos producto de las condiciones que moldean nuestro entorno o de las decisiones conscientes que decidimos caminar?, la respuesta, evidentemente, nos enfrenta, desde el primer escenario, con la necesidad de una transformación urgente para una vida congruente.
Aprender del pasado y proyectar el futuro son condiciones fundamentales en la programación asertiva del camino; pero, sin descuidar el camino vivo que fluye a nuestros pies.
Cuando apagamos el piloto automático, cuando empezamos a prestar atención al momento presente no solo incrementamos nuestra capacidad, creatividad y rendimiento; sino que reducimos los niveles de incertidumbre, ansiedad y estrés; pues como refiere Ellen Langer “la vida son solo momentos, nada más. Si haces que el momento sea importante, todo importará. Puedes aplicar el mindfulness o puedes actuar sin conciencia… ()… así que, cuando hagas algo, presta atención” (Beard, 2019, pág. 27). (O)