Andrés García, el médico que ha recorrido las parroquias de Cuenca tratando a pacientes covid

El médico general se dedicó por completo en la pandemia a tratar casos COVID-19.

Andrés García, médico de 34 años, graduado en la Universidad Católica. XCA

Varios médicos generales vienen realizando una labor destacable en la lucha contra la COVID-19.

Llevados quizás por el juramento hipocrático, los profesionales de la medicina dejaron sus consultorios para hacer visitas a domicilio y salvar incontables vidas desde el inicio de la pandemia, a pesar que poco o nada se conocía sobre este mortal virus.

Andrés García es uno de los médicos que tomó la decisión de combatir en campo esta enfermedad.

El “guerrero” a menudo se llena de valor para atender en casa a sus pacientes, usando sus propias y singulares “armas”: alcohol, doble mascarilla, saturador de oxígeno y el infaltable estetoscopio. No puede faltar su armadura: un mandil blanco.

El galeno compartió con Diario El Mercurio las experiencias que ha acumulado durante estos meses, como aquella vez que se contagió de COVID-19 y se quedó con las ganas de abrazar a sus hijos por un buen tiempo, o cuando perdió a seres allegados, producto del virus.

.- ¿Desde cuándo y qué le motivó a tratar pacientes con COVID-19?

En abril de 2020 trabajaba en el hospital del Seguro; y luego empecé a tratar pacientes con COVID-19. Ha sido una sacrificada pero gratificante labor que he venido cumpliendo.

Estoy contento porque gracias a Dios hemos podido ayudar a varias personas durante estos meses.

.- ¿A cuántas personas ha podido ayudar durante este tiempo?

Llevamos más de un año en la lucha contra este virus. Calculo que aproximadamente he tenido la oportunidad de servir a aproximadamente 300 personas.

Me he movilizado por diferentes lugares como: Tarqui, El Valle, San Joaquín, Barabón, Gullanzhapa, en donde traté a una familia entera que prácticamente era todo el barrio… Actualmente estoy atendiendo a pacientes con COVID-19 en mi consultorio de Sayausí.

Al inicio realizaba jornadas largas. Salía a las 08:00 de la casa y llegaba a la media noche, una de la mañana. Sinceramente ya no entraba en la casa por temor a contagiar a mi familia. Tuve que ir a vivir solo en un departamento.

.- ¿Fue una experiencia nueva para usted tratar este virus?

Sí, principalmente al inicio de la pandemia. Todo fue nuevo para nosotros: pero poco a poco fuimos descubriendo el comportamiento del virus, aunque hasta ahora es impredecible especialmente por las mutaciones.

A veces el paciente queda estable, pero al siguiente día se complica, por lo que no hay que descuidarse. Son horas que pueden ser vitales para la persona.

Yo me contagié en julio (2020), lo que me sirvió como una especie de escudo. Sinceramente no me agarró muy fuerte, estuve solo tres días con fiebre alta. Esta experiencia me sirvió mucho para entender y tratar a mis pacientes. Sin embargo, hemos tenido que ir aprendiendo del COVID-19 sobre la marcha, tratando con medicamentos nuevos, buscando siempre ayudar al paciente.

Lamentablemente es una enfermedad bastante complicada a nivel pulmonar que ha dejado varias secuelas en algunas personas como: diabetes, hipertensión, insuficiencia renal, dependencia de oxígeno.

.- ¿Existe cierto temor cuando ingresa a domicilios de personas contagiadas con COVID-19?

No, aunque en realidad uno siempre corre riesgo de contagiarse; pero antes de graduarnos hicimos el juramento de hacer de la salud y la vida de nuestros enfermos nuestra prioridad, siempre con ética y profesionalismo.

La mejor recompensa es la gratitud, verlos felices. La alegría y satisfacción por ayudar es tal que una vez acepté un café y me olvidé que mis pacientes seguían contagiados (sonríe).

Más allá de la retribución económica está el hecho de poder ayudar a los demás.

Sus experiencias

Andrés García confiesa que durante este tiempo tuvo experiencias que le marcaron su vida de una manera negativa. “Fallecieron dos pacientes jóvenes que eran conocidos, debido a procesos anteriores que les terminó afectando. Ambos fueron a cuidados intensivos y nunca salieron. Emocionalmente sufrí un bajón, a tal punto que suspendí las visitas a domicilio por un momento”.

La parte positiva es que otros pacientes sí han resistido, a pesar de sus enfermedades preexistentes, entre ellos una pareja de esposos de 85 años. “En este tiempo me he dado cuenta que todavía existe ese amor incondicional entre familiares con diferentes expresiones hacia sus seres queridos que estaban contagiados”.

García también reflexiona que la pandemia sirvió para que las personas se cuiden más en la parte alimenticia y física. “Muchas personas que se han descuidado de su salud han valorado más la vida y tratan de llevar una vida más sana”.

Finalmente recomendó que los ciudadanos no se relajen y bajen la guardia. “Sigamos protegiéndonos, por favor”. (I)