El notario Cabrera en Machala fue un personaje histriónico por decir lo menos que se dedicó a captar dinero de incautos, incluido policías, militares, políticos y gente de no creer. Fue hace quince años cuando se puso de moda el “invertir” dinero en esta especie de pirámide financiera en la cual el pago de intereses descomunales era el atractivo. La gente vendía sus activos para hacer dinero líquido y colocar donde el omnipotente notario, para recibir majestuosos intereses, con los cuales hasta festejaban con grandes bacanales, demostrando al mundo su astucia de “eficaces financieros”.
Cuando se descubrió la estafa, luego de que el notario falleciera en un motel de Quito, los saqueos en la casa de él, fueron monumentales; dinero suelto encontrado en todos los espacios de sus oficinas, eran arranchados a la brava por toda clase de personas. Una novela de terror contra los incautos.
Esta experiencia, que parecía ser una señal de escarmiento a los ecuatorianos, no sirvió de mucho. Pese a algunos experimentos de control de las autoridades, la persistencia de estas actividades siempre fue un rumor que se tomó la calle.
Y se destapó el caso de Don Naza en Quevedo, que elevó la majestuosidad de la estafa a ofrecer pagar el 95 % de interés semanales logrando que la gente haga cola para dejar el dinero. Cuando se descubrió el hecho y los perjudicados fueron notificados por efecto de la notica pública, armaron una caravana de motos para respaldar al delincuente “exigiendo” le dejen trabajar.
García Márquez diría que este pasaje Macondiano se reproduce por la cultura atractiva del amor al dinero fácil, bendecido por los políticos populistas que se alegran de ver caer a un país en la olla sin fin del desasosiego. El haber estigmatizado el tema de banqueros corruptos, hacia quienes realizan un trabajo serio, tratando de sacarles inclusive de su lógica de gestión, ha profundizado el estado de dolor de la gente. Ventajosamente ahora se actuó a tiempo en esta cruel realidad. El Notario Cabrera muerto y don Naza desaparecido son el colofón de esta tragedia. (O)