La Contraloría General de la Nación se encuentra en plena acefalía, vocablo que según la RAE proviene etimológicamente del griego a, equivalente a sin y, khepalé: cabeza. Entonces, literalmente se encuentra sin cabeza. Así de elementalmente simple, así de absurdamente concluyente. Cosas como estas solo pueden ocurrir en países tercer mundistas, denominados ahora con la socorrida expresión: “de países en vías de desarrollo”, ¿de desarrollo al desastre? ¿A que más sino? La verdad es que frente a la purulenta e ilimitada corruptela que corroe los propios cimientos del país, es preferible que esté descabezado a que Celi el ex-Contralor siga moviendo los sórdidos hilos con que descaradamente limpiaba glosas multimillonarias levantadas en contra de varias de las empresas más voyantes del país, perjudicando gravementeal Ecuador y a los ecuatorianos.
Hacen falta –ahora más que nunca- Contralores de la talla de Hugo Ordóñez Espinosa, cuyo paso por esa función nos dejó un legado ético de dimensiones poco menos que insuperables. Fue el primer y único Contralor que tuvo la insobornable reciedumbre moral para disponer la prisión de Hanna Musse, Alcalde de Guayaquil de esa época. En un momento en que nadie había tenido la honrosa entereza de asumirla.
Bueno, más allá de lo dicho, lo que resulta inaceptable es que bajo el argumento de la existencia de un supuesto vacío legal o, mejor dicho, insondable abismo legal, no haya operado la pertinente subrogación legal o designado al nuevo Contralor, -van varios meses- no obstante que nuestra Constitución –Art. 11- prescribe que no podrá alegarse falta de norma jurídica para el reconocimiento de derechos, sin que quepa duda que es derecho de los ecuatorianos contar con ese importante funcionario. ¿Temor, intereses políticos o falta de autoridad de las autoridades? ¡Dígalo usted! (O)