Además de las gratas funciones deportivas y recreativas, las bicicletas han sido un medio de transporte personal para la movilidad que la vida urbana y semiurbana requiere. En un no lejano pasado, cuando el número de vehículos automotores era limitado, no había conflicto. En nuestros días, en los que la movilización de autos ha generado complejos problemas en los centros urbanos, también se ha dificultado el de bicicletas, lo que obliga a quienes están a cargo de organizar la movilidad a tomar medidas y encontrar soluciones. Es importante que todas las partes afectadas colaboren sin que ninguna se sienta privilegiada.
Es importante que los conductores de bicicletas se consideren vehículos. No es muy raro en nuestra ciudad encontrar ciclistas que se movilizan por las veredas o que lo hacen contravía como si fueran peatones con las consiguientes molestias para todos. En ciudades como la nuestra que se expanden, es posible en las nuevas calles y avenidas planificar este tipo de modalidad considerando apropiadamente los espacios, no así en el centro histórico y sectores aledaños. Una solución adicional es la agilidad y amplitud del transporte público que soluciona problemas tanto a usuarios como a otros vehículos y un control real de vehículos particulares.
Desde hace algunos años la municipalidad ha emprendido la construcción de ciclovías, lo que es coherente y factible en avenidas amplias, pero es cuestionable hacerlo en calles estrechas dificultando la circulación de automotores que tienen prioridad. Se cuestiona cada vez más el exceso de estos vehículos y su efecto negativo en la contaminación del aire, a la vez se incentiva la movilización en bicicletas como ocurre en algunas ciudades muy pobladas de Europa. Ni de lejos cuestionamos la política municipal en este sentido, pero debe llevarse a cabo obstaculizando lo menos posible el tránsito de automotores.