Hace unos pocos días hubo la alentadora noticia de que los organismos estatales competentes iban a actuar en nuestra ciudad y provincia con la finalidad de controlar la mendicidad en las calles y avenidas, pero especialmente la explotación de los niños por parte de personas crueles y criminales, que son quienes ejercen la mendicidad en la ciudad. Han pasado los días y no se ve ninguna acción en ese sentido, la mendicidad sigue igual que siempre. Parece que a nadie le importa.
Es algo que causa dolor y preocupación el presenciar en muchísimos lugares de la urbe a hombres y mujeres, muchos de ellos extranjeros, pero también nacionales, que tratan de conseguir la conmiseración de los transeúntes y conductores de vehículos, utilizando a niños. Esos infelices niños unas veces pertenecen a los que los utilizan, otras veces están en la calle en calidad de “prestados”, otras veces de “alquilados”, según se ha denunciado en medios de comunicación.
Esos pobres niños pueden estar dormidos sobre un trapo en la acera, en la calle, en los parterres. Según he leído esto es debido a que las personas que los “utilizan” les administran narcóticos. Otras veces están cargados por quienes ejercen de mendicantes, o bien son acarreados de aquí para allá, de la mano, en forma incansable. Es algo que duele profundamente a quienes tenemos que presenciar esta infame forma de utilizar a los niños maltratándolos para conseguir que las personas entreguen las monedas que buscan los mendicantes. Estos sujetos son, generalmente, personas jóvenes que, si procedieran con honradez, podrían conseguir trabajo.
Pero hay inclusive quienes afirman que más conveniente, económicamente, para esas personas mendicantes es mantenerse a expensas de la caridad pública; que los ingresos son mayores en esta forma que con un trabajo, una actividad normal. Es decir, están ejerciendo la mendicidad por conveniencia. Y, lo que es peor, utilizando cruelmente a los niños para ver si consiguen mejorar sus ingresos.
Esos pobres niños están creciendo con el mal ejemplo y la mala práctica de la mendicidad. En la medida en que crezcan, aparte de haber perdido su infancia, se convertirán también en mendigos. (O)