Johannesburgo.- Cerca de 150 escuelas sufrieron actos de vandalismo durante la reciente ola de violencia y estallidos que sacudió a Sudáfrica y causó la muerte de 330 personas, confirmaron hoy las autoridades del país.
«Centros educativos e instituciones fueron vandalizados y saqueados», subrayó este sábado en una rueda de prensa la ministra sudafricana de Educación Básica, Angie Motshekga.
La ministra especificó que 137 colegios sufrieron destrozos relacionados con los incidentes en la provincia de KwaZulu-Natal (este) y 11 en Gauteng (donde se encuentran Johannesburgo y Pretoria), una provincia que ya había sufrido la vandalización de un total de 43 escuelas desde principios de año.
Según Motshekga, el coste estimado total de los daños contra el sistema educativo durante los altercados en esas dos provincias ascienden a 300 millones de rands (más de 17 millones de euros).
Durante los disturbios, los colegios sufrieron el destrozo de baños, instalaciones de fontanería, los sistemas de suministro de agua, la instalación eléctrica y las vallas escolares.
También fueron saqueados ordenadores o equipamiento de las cocinas y se prendió fuego a aulas y edificios de administración.
«Esto no tiene precedentes y como sector estamos preocupados de la destrucción de una infraestructura muy necesaria. Este es un revés grave para un sector que ya está bajo presión para ofrecer instalaciones adecuadas para el sistema educativo», afirmó Motshekga.
A pesar de todo, aseguró la ministra, se espera que los centros educativos vandalizados puedan reabrir como el resto de escuelas este lunes 26 de julio, un extremo que debe confirmar mañana el presidente del país, Cyril Ramaphosa, cuando se dirija a la nación para una nueva actualización de las restricciones por la covid-19.
Los disturbios también provocaron la pérdida de unas 47.500 dosis de vacunas contra la covid-19, después del saqueo de más de 120 farmacias en Gauteng y KwaZulu-Natal, de las cuales 71 eran puntos de vacunación, según informó este viernes la ministra de Salud en funciones, Mmamoloko Kubayi.
Una semana después desde que el Gobierno sudafricano declarara la situación «estabilizada», el balance de muertos oficialmente relacionados con la ola de violencia se sitúa en 330, según la revisión a la baja ofrecida este viernes por las autoridades, que el día anterior habían situado los fallecimientos en 337.
«El número de muertes se revisa cuando hay una confirmación positiva de que las muertes estuvieron relacionadas con los incidentes o cuando los heridos sucumben por sus lesiones», dijo en una rueda de prensa ayer la ministra en funciones de la Presidencia de Sudáfrica, Khumbudzo Ntshavheni.
UNA OLEADA DE VIOLENCIA SIN PRECEDENTES EN DEMOCRACIA
Esta oleada de incidentes violentos comenzó el pasado 9 de julio, inicialmente en forma de protestas por el encarcelamiento del polémico expresidente Jacob Zuma (2009-2018) por el desacato judicial cometido al negarse repetidamente a declarar por corrupción.
En los siguientes días, los altercados se replicaron en otras zonas -especialmente en Johannesburgo- y se tornaron en una cascada de disturbios y pillaje masivo sin precedentes para la democracia sudafricana, con turbas arrasando centros comerciales y tiendas, quemando edificios y vehículos y cortando carreteras y calles.
El estallido de violencia se veía así alimentado por problemas sociales preexistentes, como la extrema desigualdad, el desempleo, los elevados niveles de criminalidad general en el país y el malestar por la pandemia de covid-19.
Solo a partir del 14 de julio las autoridades empezaron a retomar el control de las zonas afectadas, gracias en gran medida al despliegue de 25.000 soldados para apoyar a la sobrepasada policía.
Según afirmó Ramaphosa, los incidentes fueron «instigados» y «hubo gente que los planeó y los coordinó». EFE