OPINIÓN | Desde la cueva primordial –habitada en el pleistoceno por el homo habilis, el más cercano a nosotros por su estructura psico-biológica- hasta este estelar momento en que el hombre -el homo sapiens, es decir nosotros- ha puesto el pie en las estrellas, han pasado entre 1.9 a 1.6 millones de años, lapso durante el cual hemos escrito una historia prodigiosa que relata la descomunal aventura humana. Sus conquistas y sus redenciones. Su luz y sus claroscuros.
El descubrimiento del fuego, una de las primeras armas en la lucha por la sobrevivencia, nos permitió enfrentar a los grandes felinos y sobre todo a la temible época de las glaciaciones que, casi nos diezmaron. A lo largo de su Historia, -en una mirada resumida- los grandes imperios, el Romano, sobre todo, transformaron nuestras visiones culturales, filosóficas y humanas. Luego, las conquistas científicas: la llegada a la luna, a Marte, nos convirtieron en lo que yo llamo el homo interplanetario, a la vez que el genoma, su ingeniería y un vasto campo de desarrollo es, qué duda cabe, el signo de estos tiempos.
Sin embargo, como todo está condenado a desaparecer, -el Covid-19, es un anuncio apocalíptico-, los estudiosos afirman que cuando desaparezcamos, reinarán ciertas bacterias. La última será una semejante, a la que inició la vida en una charca africana. Se afirma que “entre estas dos bacterias, el tiempo se habrá constreñido a un punto inmaterial en cuyo interior se hallará la historia de la humanidad como un episodio secundario de la bioquímica”. A pesar de esto, habrá quien sacando pecho diga: usted no sabe con quién está hablando. Más allá de esa superficialidad, lo importante es que hayamos tenido el privilegio de estar aquí para contarlo, aunque un día nada quede sobre la faz de la tierra y ella gire desolada en el negro abismo sideral. (O)