Cuando vamos a Guayaquil, luego de pasar por la laguna La Toreadora, nos encontramos con la laguna Illincocha, en donde los bomberos quisieron construir una estación y fueron impedidos por la ley y, enseguida, a no más de un kilómetro, se encuentra un camino construido con pico y pala, con sudor y esfuerzo de los pequeños caseríos que se encuentran al otro lado de la cordillera de El Cajas; también es frecuente conversar en las reuniones sociales de la construcción de esta trocha que prácticamente atraviesa por el Parque Nacional Cajas. Este es un camino que conduce a las comunidades de Baute, Patul, Chulo, Tambillo, Cargüa, Cargüita, entre otros pequeños caseríos.
La trocha pasa cerca de las lagunas Paicacocha y Fondococha y, prácticamente, pasa por la orilla de la hermosa laguna Patul. La que algún día pretende ser una vía carrozable se desarrolla por el pajonal del cerro La Caja, de clima gélido, poblada por fauna y flora, especies de pajonal, este amplio páramo que alberga a varios humedales atrapa el agua y es una zona de recarga hídrica, pero, al otro lado de la montaña se encuentran estos pequeños caseríos completamente abandonados.
Estas comunidades que se debaten entre la vida y la muerte son lugares de lo más abandonados de la provincia del Azuay; entonces, enseguida salta la pregunta: ¿qué es más importante, el progreso, la actitud humana o la preservación del medio ambiente? Hasta hoy, una falsa política de manejo ambiental del Parque Cajas tiene en el olvido despiadadamente a estas comunidades, cuando lo más importante es mantener las dos cosas, el progreso y la preservación ambiental, que sí es posible que convivan de manera armónica. Podemos proteger sin problema al ser humano y al ambiente. (O)