Las palabras definen la identidad de cada ser humano, el lugar que cada uno ocupa en la vida social y política.
Vivimos en un país en el que la paz y la justicia, son símbolos y sueños, más que realidades. La mejor evidencia de la crisis de valores humanos, es la devaluación de la palabra y la manipulación de la justicia.
A la palabra se la manipula, se la pervierte, se la confunde, se la utiliza como arma arrojadiza. Conformamos un pueblo de discutidores, de poseedores de verdades que procuramos imponer a los otros por la fuerza.
“Si roben, roben bien, justifiquen bien pero no se dejen ver las cosas compañeros”, fue la frase pronunciada días atrás por la asambleísta de Pachakutik Rosa Cerda, en una intervención pública. La frase pasará a la historia del cinismo como símbolo de la tragedia, de la crisis de valores humanos y éticos en la que vivimos inmersos.
Considero que nada puede cambiar lo dicho. La sinuosa explicación que algunos dirigentes tejen para amparar la contundencia de una palabra que expresa ideas torcidas, no alcanza para justificar el entuerto. La alusión a que la parlamentaria no hablaba en su lengua nativa, no puede ocultar la confusa línea que separa la ética pública del bien común de la recta intención.
La sociedad, sin dudar un instante, debe apartarlos de la acción pública a los que piensan que hay que ocultar los robos con simulaciones. Los partidos y movimientos que amparan estas lamentables situaciones se equivocan al revés y al derecho: mejor sería que no roben jamás; al parecer, en nuestro Ecuador, con una justicia aún en cautiverio del poder político, el robo se ha convertido en deporte nacional.
De las palabras depende muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra; las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir, lo que hemos tardado mucho tiempo en construir.
El primer cuidado que debe tener un gobernante o asambleísta sabios, es el cultivo y el sano equilibrio de su carácter y la moderación de la palabra, para así ser honesto y gentil; y de esta forma poner en paz y en orden un Estado.
El poder se viste fácilmente con las innombrables máscaras de todos los cinismos; el cinismo suele ser la principal “virtud” del poder, dedo mágico de MIDAS, capaz de transformar en diamantes las inmundicias que se producen en las trastiendas del poder, donde impera la ignominia. (O)