La trayectoria del sol y de la luna ha inspirado a sabios y poetas en un caudal común de evocaciones y sentires de miedo y alucinaciones
Los días de sol en los campos encendiendo de luz los trigales, madurando las mieses, perdiéndose en el ocaso, en las ciudades, iluminando los ventanales, los tejados, los campanarios y allá en el confín celeste, entre lágrimas suspendidas en el espacio los colores del arcoíris y sus historias románticas rompiendo la doncellez de las jóvenes que engendran un hijo cuando pasan debajo de él, es un decir que todavía se escucha.
Los mitos griegos y romanos vinieron a nosotros con el descubrimiento del nuevo mundo, mezclándose con las creencias mágicas de los aborígenes que humanizaban todo lo que representa la naturaleza.
Los dioses del amanecer y de la noche, la diosa madre y el dios padre, los corazones de las lagunas, de los mares de la tierra y del cielo. La luna diosa de los cañaris que actualmente al visitar Ingapirca nos refieren que continúa jugando en los ríos y cobijando amores, es fuente también de canciones de cuna. (O)