Quito atraviesa por la peor crisis de su historia moderna, pero, la responsabilidad de lo que ocurre en la capital del país, no es solamente de Jorge Yunda -quien, ciertamente, ha hecho una administración desastrosa- ni únicamente de los jueces que le volvieron a poner en la Alcaldía luego de que el Tribunal Contencioso Electoral falló en su contra. La responsabilidad es, sobre todo, de quienes le eligieron.
Los ciudadanos tenemos al momento de elegir una enorme responsabilidad, que es la de votar por quienes consideremos los más aptos, por su experiencia, honestidad y seriedad. No por el que mejor canta o baila ni por el que abraza más fuerte. Tampoco solamente porque tiene lindos ojos de mishi. O por quienes ofrecen cosas inverosímiles o pregonan venganza. Peor votar por quien saben que arruinará al país o a la ciudad “porque si yo ya estoy jodido, pues, que se jodan todos”. Por votar así es que nuestro país estuvo al borde del abismo. Tampoco las cosas se arreglan con la justificación de que sus candidatos les traicionaron. El país ha sido traicionado reincidentemente en los últimos años por votar mal.
Yunda es el responsable del desastre actual de la capital del país, pero, quienes votaron por él son más responsables al haberle elegido irresponsablemente para tan altas funciones. Yunda, por lo menos, está pagando la consecuencia de sus actos. Quienes votaron por él- en cambio- son anónimos ciudadanos que no responderán por la irresponsabilidad que cometieron al darle su voto.
Quito merece una mejor suerte. Yunda y los dos últimos alcaldes le fallaron a la capital. Rompieron una tradición de buenos líderes de la capital del país; pero, en el fondo, quienes fallaron no fueron solamente esos alcaldes. Los que verdaderamente fallaron, fueron quienes votaron por él. (O)