Buenos Aires.- Un «desopilante» reencuentro de dos hermanas, tras 20 años sin verse, relatado con tintes de humor negro y políticamente incorrecto, une por primera vez en un teatro a dos de los pesos pesados de la escena argentina, Soledad Silveyra y Verónica Llinás, que asumen el reto de subirse a las tablas en plena pandemia y ayudar a los espectadores a «exorcizar» los demonios que esta deja.
«En la obra hay algo de dos seres muy imperfectos, con muchos problemas, y logra restablecerse un vínculo que termina siendo virtuoso, porque se complementan y se han ayudado mutuamente. Y también habla de lo particulares que son las relaciones familiares», explica a Efe Llinás, que encarna a Julia, una de las dos protagonistas de «Dos locas de remate».
A su lado, la otra mitad, Silveyra, que se mete en la piel de Catalina, remarca cómo la obra, que es una adaptación de «El reencuentro», del español Ramón Paso, no solo tiene su parte emocionante en el argumento, sino que transmite «la emoción de estar de nuevo viendo teatro» tras las aperturas y cierres de salas durante la pandemia: una «sensación de fiesta», añade.
TRAGICOMEDIA DE ORIGEN ESPAÑOL
El espectáculo, ya interpretado en España por las actrices Amparo Larrañaga y María Pujalte, se estrenó en su versión argentina en junio pasado en el Teatro Astral de Buenos Aires, dos meses después de lo previsto por las restricciones de la covid-19.
Dirigida por Manuel González Gil, la historia se centra en el disparatado reencuentro de dos hermanas totalmente diferentes, tras la muerte de su madre y la caída en bancarrota de una de ellas. Una tragicomedia sobre las complejas relaciones familiares.
«Tiene algo de humor negro, algo de catarsis, y sobre todo en este momento, donde hay tanta muerte en el aire, de pronto poder reírse con ella diciendo que la mamá se le murió con la mano agarrada y no le soltaba la mano y tuvo que llamar a los bomberos es catárquico también, porque uno tiene que exorcizar», señala Llinás (Buenos Aires, 1960).
Verónica, hija del escritor Julio Llinás y la pintora Martha Peluffo y actriz desde hace 40 años, va más allá: «A mí me gusta el humor que no tiene que ver con la burla o ponerse en un lugar superior sobre lo que se ironiza, sino el humor que parte también de reírse de uno mismo. Y también de ser incorrecto».
«Para ver corrección andá a ver películas de la iglesia, qué se yo… El humor no tiene que ser correcto, tiene que ser gracioso», sentencia esta especialista en sacar la carcajada.
«Me hace reír muchísimo, tiene una gracia inigualable. Agradezco todos los días tener una compañera como ella», destaca ‘Solita’, como la conoce toda Argentina.
PRIMERA VEZ JUNTAS
Se estrenan trabajando juntas, pero la experiencia ha funcionado.
«Fue un proceso distinto para la una y para la otra, pero las dos transpiramos la camiseta como locas. La verdad es que trabajamos muchísimo, la obra no es fácil, es absolutamente desopilante», considera Silveyra (Buenos Aires, 1952), que ha hecho de todo en cine, teatro y TV en sus 56 años de carrera.
«Es la compañera soñada. De ella hay algo que me gusta aunque a veces sea incómodo, que es su transparencia, es totalmente honesta (…) Es buena persona, eso es fundamental. Y además una excelente actriz, tiene una experiencia de actuación que yo me quedo pasmada mirándola», agrega Verónica.
Pero Solita, ya recuperada de la ACV que sufrió a principios de año, no piensa jubilarse y ansía viajar a España para estudiar en la escuela de actores de su compatriota Juan Carlos Corazza: «y hacer todo lo que no hice a los 18 años», señala la intérprete, testigo de las repetidas crisis económicas -como la actual- que ha vivido Argentina.
«Estamos acostumbrados a que cada diez años nos pase algo. (…) Es difícil pero no tiramos la toalla, la seguimos peleando y ojalá que nuestra dirigencia política madure, dejen de pelearse y piensen en los que estamos acá. No pierdo las esperanzas», sentencia.
Recientemente Llinás ha generado polémica en redes sociales al quejarse por la tardanza en recibir la segunda dosis de la vacuna Sputnik-V —el país tiene déficit del segundo componente—, por lo que recibió una oleada de «insultos y agravios de todo tipo».
«Siento que no está bien tener que callarse la boca. (…) No fui contra ningún Gobierno ni a favor de nadie, y eso fue altamente repudiado. ¿Entonces qué nos queda? (…) Si decís una cosa pueden pensar que vas para un lado, o si decís otra que vas para el otro. No me resigno a no poder decir lo que se me cante», asevera.
«Yo tampoco, estamos grandes para eso», concluye Solita. EFE