Mientras los protagonistas del país político se baten en busca de hegemonía, torpedean iniciativas, se reparten cuotas de poder, burlan la ley o la interpretan a su manera, amenazan con paralizaciones, ven de reojo cómo la corrupción avanza y hasta instruyen como “robar bien”, hay otro que refleja gran parte de la realidad nacional.
Es el país de quienes emigran de manera irregular. Miles de compatriotas tienen como meta llegar a los Estados Unidos, como la tienen personas de otras naciones de Latinoamérica y Centroamérica. Juntos forman una marea humana que se expone a toda clase de peligros, incluyendo hasta la vida.
Son pocos los que coronan su odisea. Son más los deportados, los que pululan en la frontera entre México y Estados Unidos, donde son víctimas de la extorsión, del robo, de las violaciones, cuando no del abandono. Ni se diga los que cruzan por las selvas panameñas.
Si los “sin papeles” sufren durante la travesía, igual lo sienten sus familiares que se quedan, o quienes los esperan en Norteamérica.
Parte de las consecuencias de la emigración irregular es la tragedia. Hay migrantes que “desaparecen”. Nadie da razón por ellos. Otros, que para “seguir avanzando”, sus familias son objeto de chantajes económicos. Otros, y es lo peor, mueren.
A raíz de la pandemia el fenómeno migratorio es mayor. El campo se queda vacío, incluso los pequeños poblados. Se va la mano de obra. También los profesionales.
Pero no hay semana que no se sepa de migrantes que mueren. Solo ahí “son noticia”. Fallecen en accidentes de tránsito, al caminar por el desierto, por manos criminales, o deshidratados porque son introducidos en grandes camiones. Este último es el caso de la joven Noemí Muy Lojano, nativa de Gualaceo.
Es cuando los familiares piden la ayuda del Estado para repatriar los cadáveres. No siempre lo consiguen, aunque a ese mismo Estado los migrantes contribuyen a “reflotarlo” económicamente enviando sus remesas.
Sí, ese es el otro Ecuador. El que los políticos parecen ignorarlo o quieren que funcione a imagen y semejanza de sus mezquinos intereses.