Concluyamos con LA CIUDAD QUE TE PERDIÓ. Hablábamos de los límites que impone un narrador protagonista. Pongamos un par de ejemplos:
-Nunca sabemos con exactitud quién denuncia a Rolando y echa a perder las bondades de su trabajo de odontólogo clandestino. Pudo ser Terelú, como una forma de resentimiento, por el modo de terminar la relación; una inquilina, fastidiada por los olores que emanaba el consultorio; Tatiana, como venganza por el divorcio y para terminar de una vez con el ex marido; un colega celoso, al ver que le iba bien. Un narrador omnisciente, una de esas terceras personas que todo lo sabe, nos lo hubiese dicho claramente.
-¿Cuál es la causa del cambio de Clarita con su padre, en el último tiempo? ¿Influencia de su madre? ¿Temor al generoso amante de Tatiana? ¿Constatación del cambio negativo de Rolando, de su deterioro, motivados por el alcohol? No vamos a saberlo, y todos los recelos y temores del protagonista nos llegan a través de sus propias expresiones o de la evocación de sus encuentros.
Pese a estas limitaciones, el tono trágico de la novela se intensifica, justamente, gracias a la intimidad que se da con el lector, a la continua confidencia, incluso cuando quien lee se siente molesto por la solución alcohólica a todo problema y por la pérdida de la buena situación económica o por la obsesión de Rolando en el campo sentimental, quizás intolerable para personas que no sienten del mismo modo.
Son los riesgos de la primera persona narrativa.
CONCLUSIONES.- Incluso criticando los excesos de un personaje tan cercano, por obra del narrador protagonista, lo que no podemos dejar de admirar es la poderosa vena trágica de una novela en que el realismo de Carrión llega a su nivel más alto y más profundo. El lector no logra sustraerse a las preocupaciones, sueños, angustias de Rolando, se mete en su piel, en sus deseos, ansias, desesperación.
Finalmente quiero destacar algo muy importante: SP Editorial de Loja es un sueño que se ha hecho realidad gracias a la generosidad de José Sánchez Castro, la tenacidad y el empeño de Stalin Paciche y la técnica de Augusto Lima; sin ellos, sin su fuerza creativa, no hubiese sido posible la magnífica edición de los siete libros de Carrión en conjunto. (O)