Durante sus primeros días la gestión de la actual Asamblea Nacional ha estado llena de vericuetos, es decir, literalmente ha transitado por un camino accidentado y tortuoso; de forma tal que de no cambiar de camino podría terminar, en términos de calidad y credibilidad, como una Asamblea igual o peor a la que tuvimos durante el régimen morenista.
El tránsito por ese camino se ha dado desde el comienzo de su gestión, cuando sobre base de acuerdos parlamentarios de última hora, y luego de algunos intentos, la Asamblea pudo designar a sus autoridades y a las comisiones legislativas permanentes.
Luego, continuando con el oportunismo y el nihilismo que han sido características de la cultura política parlamentaria en Ecuador, hemos asistido en la actual Asamblea una vez más a los famosos “cambios de camiseta” por parte de varios asambleístas; cambios que en general, como suele ocurrir, son propiciados por el poder gubernamental de turno con el objetivo de sumar más adeptos, y por ende más votos, a su favor en la Asamblea; una situación que los ( o las ) asambleístas tránsfugas tratarían de reivindicar con la expresión de que actuarán como “independientes”. Son “camisetazos” que se darían a cambio de recibir ciertas canonjías o una cierta participación en el reparto del poder.
También empezarían a conocerse casos de palanqueo para la obtención de cargos públicos o la exigencia de dinero a funcionarios que trabajan para asambleístas; siendo el caso de la segunda vicepresidenta de la Asamblea el más conocido hasta este momento.
Adicionalmente se ha hablado de la necesidad de investigar a otros asambleístas, por su posible participación en el cometimiento de supuestos actos ilegales, o por estar ligados a presumibles actos de corrupción; amén de que una asambleísta se haría famosa por la frase “si roban, roben bien”
Todos esto se ha dado en el marco de una Asamblea que hasta ahora ha mostrado un escaso trabajo legislativo, enfrentamientos internos (como el que se ha dado entre su presidenta y el presidente de la Comisión de Fiscalización), las búsquedas de protagonismo personal y un exceso de “pirotecnia verbal”. Y esto no es sería sino el “aperitivo” de los conflictos políticos que vendrían entre el Legislativo y el Ejecutivo. (O)