La Bella

La Bella y la Bestia es un cuento de la tradición francesa. Durante siglos han circulado sus versiones por todo el mundo, inicialmente en forma oral, después de manera escrita, hasta que últimamente han surgido adaptaciones cinematográficas.

En este último tiempo el ejercicio político y la vida pública viene marcado por una práctica sin ética ni formación para hacerlo, es la tarima de la improvisación, inmadurez y corrupción. Así, parece ser que han salido más bestias que bellas, o que las bellas no han sido tales, sino bien feas -en su forma de proceder digo-. Miremos. La fantasía se ha hecho presente. Hay más magia que realidad. Menos esfuerzo que lucha por las acciones que desde el deber ser se han de lograr.  Todo es más cálculos que honestidad. La honestidad está ausente y la rapidez de lo fácil y sencillo, presente.

Entonces, la bella ha tenido una fea forma de ser. Gustosa de obrar por la izquierda, y no la de un grupo que llaman tienda, sino la otra izquierda, aquella que de dinero, negociados y uso de vestimenta artificial interesa. Plata para trabajar, plata para negociar y de una vez, hasta un puestito en otro lado puede conseguir. De hecho, el entramado es más turbio que las ideas del propio Gastón.  

Luego, despuesito, cuando se ve descubierta todo empieza a refugiarse en el yo no fui, quien también será, que no he sido, culpa de ella y de aquel, de ellos. Del reloj y florero que hablan, de la taza y tetera que extorsionan, o sea de todos; pero cuidado con la bella porque puede ser que esté cerca muy cerca la bestia. O lo que puede ser aún peor, que le salga de nuevo la fea manera de corromper y oxidar el servicio.

En todo caso, mejor quedarse con el cuento de Disney. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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