El afán de superación es uno de los motores para el progreso humano individual y colectivo, se requiere esfuerzo en el presente y cercano futuro para hacer realidad esta sana ambición que merece este calificativo si es que opera dentro de las normas morales y legales establecidas. Como todo lo humano, esta laudable incitación al mejoramiento puede caer en vicios, uno de ellos es la codicia en la que la ambición insana lleva a actos inmorales e ilegales para mejorar en lo económico. Si el afán de superación es una virtud, su deformación: la codicia es un vicio repudiable.
La superación puede tener diversas metas y modalidades y no es acertado confundir esta positiva tendencia tan solo con la mayor acumulación de riqueza, si es que la autoestima no está contaminada. En la Asamblea se ha dado una denuncia contra una de sus integrantes por recurrir al poder y prestigio que esta dignidad trae consigo para acumular más dinero por caminos ajenos a las funciones que se debe desempeñar como el tráfico de influencias y la “negociación” de cargos públicos con “honorarios” nada despreciables. Lo positivo es que la denuncia ha salido de la propia asamblea y esperamos los resultados judiciales para constatar su autenticidad.
Siempre ha habido deshonestidad en el comportamiento humano como excepciones negativas y repudiables por los entornos sociales. En nuestro país este vicio se ha generalizado más de la cuenta y actitudes como los “diezmos” a empleados se oyen cada vez más. Tenemos la impresión de que ha habido un saneamiento parcial en la administración de justicia, si bien el ordenamiento jurídico tiene excesivos recursos para prorrogar más de la cuenta procedimientos que a veces culminan con la impunidad. Todo lo humano es corregible y sujeto a superación: esperamos que esto ocurra para que frene la codicia y la dignidad se consolide en la administración pública.