Creí que se trataba de una serie o película de gangsters tipo El Padrino, pero eran noticias reales de nuestro país. Una piscina particular para presos, capos de mafias, construida de manera “clandestina” para sus satisfacciones y recreos. Si una casa particular tiene piscina, se considera de mucho lujo y es posible para unos pocos “oligarcas”. Que en un centro de rehabilitación haya una piscina para recreación de todos los reclusos sería una exageración, pero que la hayan hecho unos pocos en las narices de guardias y guías penitenciarios provoca, como escribió César Dávila Andrade, “Una sonrisa y una lágrima”.
El poder delas narco mafias en el mundo es legendario, recordemos que Pablo Escobar tenía una propiedad con zoológico propio. El Chapo Guzmán, “señor de vidas y haciendas” de México, guarda prisión en una celda de alta seguridad de Estados Unidos, sin piscina. La imagen de prisiones con oscuras mazmorras es una reminiscencia del pasado, en nuestros días se espera que tengan dignidad para contribuir a la rehabilitación de quienes se “alojan” temporalmente, pero piscinas particulares sólo en hoteles de lujo.
Siguiendo la frase en la obra Hamlet de Shakespeare “Algo huele mal en Dinamarca”, algo apesta en el sistema carcelario de nuestro país. Pero que algunas cárceles se hayan convertido en lujosos centros de operaciones de narcos presos con armas a discreción y sistema de sicarios, es insólito. Anuncia el gobierno un saneamiento integral de estos emporios con fuertes gastos, es algo indispensable, pero no puede ocurrir de la noche a la mañana. Estos acontecimientos ocurren, por ser benévolo, ante la vista gorda de guardias y guías y la cuestionable gestión de los directivos. (O)
Por: Claudio Malo González