La historia testimonia las formas de ejercicio del poder en las colectividades humanas desde las tribus hasta los Estados. Este ejercicio tiene un propósito: mantener el orden en las comunidades para lograr un mejoramiento de la calidad de vida de sus integrantes: las formas han variado considerando una serie de factores, como el religioso y el sentido de autoridad. Imperios de enorme importancia como el egipcio y el incásico identificaban a los jefes de Estado con divinidades con poderes absolutos. La concepción de Estado y gobierno han cambiado proyectándose al bien común y a la participación en este proceso de los ciudadanos.
Se ha establecido la democracia como la más generalizada; el poder reside en el pueblo que mediante elecciones encomienda temporalmente a ciudadanos su ejercicio, siendo la división de poderes fundamental para evitar la concentración. El ejecutivo ejerce el poder sujeto a las leyes vigentes que han sido elaboradas por el legislativo integrado por ciudadanos elegidos. La democracia acepta la diversidad individual y grupal entre las personas, siendo los desacuerdos normales, pero este hecho tiene caminos positivos para superarlos, mediante diálogos y negociaciones que concluyen en acuerdos, lo que implica la renuncia a afanes impositivos de las partes y al equilibrio de poderes.
Como ha ocurrido en la mayor parte de gobiernos de nuestro país en los últimos tiempos, el ejecutivo no cuenta con mayoría en el legislativo y, con mentalidad de caciques algunos de sus integrantes manifiestan su oposición total comenzando con la devolución de la proforma presupuestaria. Para superar situaciones como éstas, la democracia establece caminos como la consulta popular y la denominada “muerte cruzada” que puede culminar en nuevas elecciones. Son caminos posibles, pero no deseables. Esperamos que haya madurez suficiente en el legislativo para la negociación y no se llegue a estos caminos. Vale la pena reconocer que la aceptación popular de la asamblea es muy baja.