Si hay bloqueo en la Asamblea contra los proyectos gubernamentales, consultaremos directamente al pueblo, ratificó el presidente Guillermo Lasso. Es que tambalea el acuerdo legislativo con Pachakútik e Izquierda Democrática, para aprobar el presupuesto y seguramente la ley “creando oportunidades” que proyecta enviar el Ejecutivo a finales del presente mes. Contiene temas petroleros, energéticos, mineros, telecomunicaciones, viales, emprendimientos, reformas laborales, agilidad en los trámites.
Poco o nada trascendente han conseguido los plebiscitos, desde el retorno a la democracia en 1979. Porque se convierten sobretodo en aprobación o rechazo al gobierno, según recoge “Carpintería democrática” de América Latina. Tomemos como ejemplo aquel convocado por el morenismo. Inicialmente cumplió sus tres objetivos básicos: anular la reelección indefinida, avalar las acciones oficiales con el 63% de votos y permitirle perseguir al correísmo.
Esto convenció al régimen de que podía imponer cualquier medida económica y política. Entonces el triunfo se volvió contra él, con la revuelta de octubre del 2019 que casi provoca su caída, y la total debacle electoral de febrero pasado.
¿Cómo evitar esta arma de doble filo para alcanzar gobernabilidad? Lo ideal sería lograr mayoría sólida en el Legislativo, no mediante alianzas pegadas con saliva, sino en las urnas al estilo de la “revolución ciudadana”. Quizás unificando las elecciones presidenciales con las de asambleístas. Si lo anterior no funciona, queda la muerte cruzada o la mano fuerte del Ejecutivo frente a la oposición parlamentaria, como proceden Nicolás Maduro en Venezuela, el mandatario salvadoreño Nayib Bukele, Daniel Ortega en Nicaragua, quienes hasta ahora permanecen incólumes desafiando inclusive la presión internacional. (O)